"Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra"...Salmo 72.
REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY
Miércoles 5 de Enero del 2022
Las apariciones divinas, en las religiones tradicionales, causan miedo. El Dios de Jesús se acerca, viene a cada ser humano, dando paz y nos dice: «no tengan miedo», quitando el hambre, causando abundancia y alegría, creando una comunidad humana de gente que comparten juntos lo poco o lo mucho que tienen.
El Evangelio de hoy tomado de Mc 6, 45-52, nos relata que: Jesús después de haber realizado la multiplicación de los panes y peces, obligo a sus discípulos que se embarcarán nuevamente y fueran a la otra orilla del lago, precisamente hacia Betsaida. Después de esto, subió al monte a orar. Entrada la noche, la barca estaba en medio del lago y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo que les causaba en el avanzar, pues el viento les era contrario, se dirigió a ellos caminando sobre el agua poco antes del amanecer, y parecía que iba a pasar de largo. Al verlo andar sobre el agua, ellos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban espantados. Pero él les habló enseguida y les dijo: “¡Ánimo! Soy yo; no teman!”. Subió a la barca con ellos y se calmó el viento. Todos estaban llenos de espanto.
El, conocedor de las dificultades, sale al encuentro y nos quiere ayudar y nos dice: "Animo, no teman", ahuyenta nuestros temores que con frecuencia ocurren y que quizás no entendemos el porqué de ellos.
Hoy vemos que los discípulos a pesar de la gran tormenta, reconocieron a Jesús que venía caminando sobre esas aguas tormentosas que vivían y deseaba estar junto a ellos para pedirles esfuerzo y absoluta confianza para dar todo de sí a pesar de todos los peligros.
Hermanos, cuando recibimos al Salvador, lo subimos en la barca de nuestras vidas y le permitimos que tome el timonel para que con El, con toda nuestra confianza realicemos nuestros planes y ellos estén iluminados con su luz y así, podamos arribar al buen puerto que hemos soñado.
Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Que vive y reina. Amen.