Estamos
próximos a celebrar la Natividad de Jesús, el Salvador del mundo; y con ello, nos
hemos venido preparando para alcanzar las gracias que nos brinda el Señor.
Es
esta, una de las fiestas más importantes que celebra la iglesia, porque en ella,
enaltecemos el gran acontecimiento que Dios le ha dado a la humanidad: El Hijo
de Dios hecho hombre para abrirnos las puertas del Cielo y para enseñarnos el
camino para la vida eterna.
Y…
es este advenimiento, un desafío para todos los hombres: Dios nos pide a todos
que surjamos de entre nuestras seguridades y nos hagamos hombres nuevos proponiéndole
a todos los hombres en el
mundo, sin distinción de raza, religión o clases sociales, su amor incondicional.
Sí,
es este nuestro desafío para hoy, mañana y siempre. Todos, unidos, somos una
“comunidad de vida y de amor” que recibe en este tiempo de gracia la misión “de
custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real
del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su
esposa” (San Juan Pablo II, “Familiaris Consortio” n. 17).
Hemos
de ser una comunidad que busca vivir según el Evangelio, que vibra con la
Iglesia, que reza y que ama sin condiciones a todos, por igual.
Y
es que para vivir el amor solo hace falta cimentar en nuestra vida la
experiencia de Cristo, mediante la fe y la esperanza que nos ha de sostener
como verdaderos signos de Dios en el mundo.
No
podemos olvidar que somos la mejor oferta del Pan Vivo para los hombres. Somos
el alimento que nadie rechaza: El Amor. El pan que ofrece el respeto, la
dignidad, que calma el hambre al hambriento y que brinda la justicia y la paz
verdadera.
Mis
hermanos: Navidad es un tiempo para reflexionar y que esa reflexión dure todo
el año, hasta la próxima festividad navideña.
Navidad
es tiempo de adoración, pero también de abajarse y ser humildes y sencillos de corazón.
Es tiempo de pensar en el mundo, mi pequeño mundo, que no lo puedo arreglar,
pues soy una gotita perdida en el mar, pero si puedo mantener mi frescura y mi
salubridad para que el mar siga siendo mar y no se vuelva insípido.
Es
tiempo de entender que Dios nos ama tanto que se hace pequeño y débil para
poder amarnos más de cerca.
Es
tiempo de descubrir que abajándonos como Él podemos encontrar el camino como
los Magos y la estrella que nos guíe. Porque sólo sintiéndonos humilde podemos
llegar al corazón de ese niño que nace en Belén. Ese niño que crece y hace la
Voluntad del Padre, y que nos invita también a nosotros a recorrer el mismo
camino: siendo niños, crecer para vivir en la Voluntad del Padre.
Por
eso, Navidad significa volver a nacer, renovarnos y continuar el camino con el
corazón de ese niño que nace cada día en nuestro corazón.
FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO 2.016 LLENO DE VENTURAS PARA TODOS.