Dios
nos sigue hablando hoy como hablaba en otros tiempos a nuestros antecesores,
cuando no había a su alcance, ni directores espirituales, ni los medios de comunicación
como los que en la actualidad existen en el mundo.
El
cumplimiento de las órdenes de Dios constituía toda su espiritualidad y esta no
se reducía a un arte que necesitase explicarse de un modo sublime y detallado,
y en los que hubiese tantos preceptos, instrucciones y máximas, como exigen hoy
en nuestras actuales necesidades. Lo que había para esas épocas era más
rectitud, sencillez y respeto.
Solo
se sabía que cada instante traía consigo un deber y que era preciso cumplir con
fidelidad y esto era suficiente para los hombres espirituales de entonces. Sus
espíritus, movidos sin cesar por el impulso divino, se volvían fácilmente hacia
el nuevo argumento que Dios les presentaba en cada hora del día.
Dios
hoy como ayer y en todos los días que han de llegar nos sigue hablando de
diversos modos; por su Palabra, por la comunidad de hermanos y sobretodo, entre
los más pobres y necesitados. También nos habla entre los acontecimientos
diarios ya sean positivos y negativos de nuestros tiempos, en las aspiraciones
que tiene la humanidad, en los éxitos y en los fracasos, en la inocencia de los
niños, en la ilusión y el inconformismo de los jóvenes, en fin, en cada uno de los
acontecimientos diarios que existen.
Si,
cuando analizamos la Parábola del Sembrador (Mt.13,18-23) podemos ver que en
ella se pone en primer plano la importancia de la semilla de parte de Dios y la
disposición de parte del hombre para recibirla y darle respuesta.
Esta
Parábola busca animarnos y a empujarnos a dar esa respuesta, a estar atento de
frente al peligro de hacer improductiva esa semilla que Dios ha sembrado en
nuestros corazones.
Estoy
seguro que nos resultaría difícil la tarea de catalogarnos, de una vez por
todas, en uno solo de los terrenos descritos allí, por Jesús; sería más
correcto real, a veces reconocerse en uno y a veces en otro, de ellos. Claro,
que ello depende de los dones y carismas que hayamos recibido, de los estados
de ánimo en los que nos encontramos, de las situaciones variadas en las que
estamos viviendo, etc. Esto, no obstante, no quita de nuestra parte que nos debemos
empeñar al máximo para evitar la superficialidad y lo rutinario. Por ello,
debemos estar atentos en no pretender servir a dos señores.
Esta
Parábola, nos invita además, a comprometernos plenamente a ser semillas para
todos los campos confiando siempre en la gracia de Dios, a no desfallecer
frente a nuestros fracasos, a no caer en la soberbia, a mirar nuestras
cualidades y defectos, y a pensar en esa oportunidad que Dios nos está
indicando para escoger y seguir por el camino por donde tenemos que trabajar.
Hoy
una vez más quiero pedirles que le oremos al Señor para que nos llene de la fuerza
de su Espíritu Santo para librarnos de esa superficialidad e inconstancia que
nos arrastra hacia las seguridades que ofrece el mundo y que en nuestros
corazones fructifique solo su Palabra que llena de vida.
SEÑOR, HAS DE NOSOTROS
EL CAMPO DONDE SIEMBRES TU PALABRA, PARA QUE DEMOS EL CIENTO POR UNO A BASE DE CONSTANCIA, SERVICIALIDAD, DESPRENDIMIENTO
Y CONVERSIÓN.