Al leer el Evangelio de Marcos 9, 2-10, he podido
concluir que la transfiguración de Jesús en el
monte Tabor, fue una forma visible de su santidad perfecta, su amor puro, y su
humanidad completamente viva y unida a su divinidad. Allí, Él resplandece para
darnos a entender que es la Luz para el mundo.
Miren, cuando nosotros permitimos que su santa luz
exponga las áreas de nuestras vidas que están en pecado, la oscuridad
rápidamente se disipa. ¿Por qué? Se debe a que la oscuridad es mucho más débil
que la luz. El pecado es mucho más débil que el Espíritu Santo que mora en
nosotros.
Frecuentemente, la razón por la que no enfrentamos
nuestros pecados y no trabajamos para superarlos se debe a que ignoramos cuánta
ayuda nos dará Dios. Queremos ser santos, pero admitir nuestros pecados es como
una batalla, una lucha difícil entre el llamado Cristiano a ser como Jesús y
las tendencias vergonzosas de nuestra naturaleza carnal. No estamos a la
altura, y pensamos que no tenemos la fuerza santa necesaria para ganar esta
pelea.
Pero esa afirmación es una mentira ¡Si la tenemos!
Esta batalla ya se ganó hace más de 2000 años, cuando Jesucristo se levantó de
la muerte y destruyó el poder del pecado. El "Hijo de hombre"
Jesucristo tiene un poder eterno que no pasará, y su reinado jamás será
destruido. Su luz divina que penetra nuestras almas humanas conquistará
rápidamente la oscuridad y restaurará el Reino de Dios en nosotros.
Y es que la transfiguración de Jesús tiene lugar
una y otra vez dentro nuestro hoy. Cada vez que escuchamos a Jesús y le
permitimos que nos ilumine, todo se transforma y nuestras cegueras se disipan.
A continuación me permito exponerles mi experiencia personal de vida, que fue transfigurada por la luz de Cristo:
A continuación me permito exponerles mi experiencia personal de vida, que fue transfigurada por la luz de Cristo:
Esta hermosa
experiencia me sucedió hace algo más de 15 años.
Salí una tarde de mi casa, eran como las tres y
media, creo, sin rumbo fijo. Me fui caminando por el paseo peatonal de la bahía
de Cartagena hacia el centro de la ciudad, al pasar por el frente de la Iglesia
“La Tercera Orden” en el barrio de Getsemaní, en ella me detuve y mire hacia el
altar mayor. Al levantar mi cabeza, clave la mirada a Jesús crucificado, y
sentí la sensación de que El, extendía sus brazos hacia mí y que, me quería
abrazar. Si, sentí que me pedía que entrara y le contara de mis cosas.
Les comento.
¡Fue algo sorprendente! Entre cabizbajo y me arrodille en una de las gradas del
altar mayor. Se me salieron las lágrimas y entre sollozos, comencé a contarle
de mi vida y de todo lo que me sucedía. (No tenía empleo, mi madre recién
fallecida, problemas familiares, a punto de destruir mi hogar, etc.)Y a la
medida que le contaba, sentía en mi corazón, que desahogaba mi tristeza;
percibí un gran alivio y el deseo de tener una y muchas veces más con El una
íntima relación.
Allí demore con El cerca de una hora o más, no
recuerdo. Cuando salí a la puerta de esa Iglesia me dije para sí, ¿para dónde
voy? ¿Qué más voy a buscar?
Regrese hacia mi barrio Manga. ¿Y saben que me
paso? Como ya eran casi las 5:30 pm, sentí la necesidad de participar en la
Misa, ¡nunca antes lo había sentido! Al llegar a ella, me atreví a pedir una de
las lecturas de las que correspondían a ese día.
Al terminar la Eucaristía, un amigo que se
desempeñaba como Sacristán en la Parroquia y a quien conocía desde la época del
Colegio La Salle, me llamó y hablándome de su gestión allí, me comentó sobre la
creación y próxima apertura de una nueva comunidad en la parroquia explicándome
todo lo concerniente a ella; al finalizar me preguntó que si yo estaba
dispuesto a participar en ella, a lo que yo le dije que ¡SI!
Mi esposa recuerda que cierto día al llego a la
casa una carta: era una invitación para Laureano de los Salvatorianos Laicos! Y
como sorprendida de ello, exclamo: ¡Cómo va a ser! ¿De los Salvatorianos
Laicos? ¿Para Laureano? ¿Esto qué quiere decir? ¡Creo que se equivocaron! Se
dijo.
Efectivamente era para Él. Se trataba de la
convocatoria para el inicio del ciclo de reuniones para conformar una nueva
comunidad de Laicos Salvatorianos, tenía fecha de Mayo 02 del 2.000. Cuando
llegó me dijo: ¡Oyeee…Tú no puedes aceptar esta invitación, tú tienes que dejar
esa vida que llevas para entrar en una comunidad de esas!
Bueno, ella desconocía todo lo que le había
ocurrido. Asistí a la primera reunión, Y ella, no lo podía creer. Vinieron las
otras reuniones y viendo el cambio que él había dado, Ella, se propuso también
asistir: Bueno pensé… ¡Eso no podía ser!
Bueno…a la larga ella también quería. Pareciera que una fuerza nos
atraía a los dos a pesar de que a ella, nadie me hubiese invitado.
Al integrarnos al grupo nos sentimos muy bien; pues
a la larga ello lo deseaba desde hace mucho tiempo. ¡Qué Asombroso ah! ¡Dios
nos había llamado a los dos! ¡No era uno!, ¡éramos dos, era la pareja! ¡Dios
hace todo perfecto! ¡Qué maravilla! Nos
dijimos.
Hoy estamos los dos más unidos que nunca, con una
familia increíble, con unos nietos hermosos, y toda esta comunidad que es
nuestra otra familia.
Vamos a preguntarnos: ¿Cuál es la fuente de
oscuridad en nuestras vidas?
Te animo a que le pidas a Jesús que penetre con su
luz de la verdad, la que liberará tu alma para ser santa. Algunas veces esto
significa que hay que ahondar más y más para descubrir la raíz que causa nuestra
tendencia al pecado. Capa por capa, Jesús te va a liberar.
¿Qué será lo que te roba tu paz? Pídele a Jesús que
haga brillar su perfecta luz de amor sobre ello, y acepta su abrazo. ¿Por qué
te da miedo admitir y llevar tus pecados al Sacramento de la Reconciliación
para que sean sanados con poder? Deja que la luz de la misericordia de Cristo
te transfigure.
Tu transfiguración personal, es la liberación de tu
naturaleza bautismal, la presencia divina de Dios en ti.
Recuerda, fuiste creado a su imagen, y los Sacramentos
son gracias de Dios para restaurar totalmente la vida que Él creo para que tú
vivas. Se fiel a ti mismo. Estate disponible para el poder transformador de
Cristo.