viernes, noviembre 27, 2015
EL REINO DE DIOS SE INICIA EN EL HOMBRE EN LA MEDIDA EN QUE NOS CONVIRTAMOS EN PORTADORES DE LOS VALORES PROCLAMADOS POR JESÚS

Al leer el texto del Evangelio de San Mateo 11. 20-24, me pude percatar que Jesús hace una fuerte recriminación a tres florecientes ciudades de Galilea que están a la orilla del lago de Tiberiades. Y es que esa amonestación tenía una razón muy obvia: En estas tres ciudades, Jesús había realizado la gran mayoría de sus milagros y aun así, sus pobladores no se habían dado muestra de decisiones firmes para cambiar el sentido que le habían dado a sus vidas.

Y es que muchos de los que le seguían se habían sentido atraídos y contagiados de sus enseñanzas y milagros, pero aun así,  permanecían aferrados a las seguridades que les brindaba el mundo.

Jesús al notar la dureza de sus corazones les demostraba con sus milagros que la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo estaban presentes en El  y que la falta de una respuesta firme hacia un cambio de vida  era como un rechazo a la llegada del Reino de Dios a todos, como El con insistencia lo anunciaba.

Y es que el Reino de Dios se inicia en el hombre cuando el, se deja conmover y guiar con profunda libertad por la acción del Espíritu Santo que le invita a la transformación mediante una imitación valiente y leal de seguir los valores que proclama Jesús, como lo son: la caridad, la verdad, la justicia, el amor, la paz y la solidaridad.

Y es que en el corazón de cada hombre es donde se siembra, germina y crece la semilla de la conversión.

Dicen que una de las virtudes más raras de nuestros días es el agradecimiento. La persona agradecida valora lo que otros hacen por ella y quiere reconocerlo de alguna manera. Tiene la valentía de declarar que no todo lo puede, sino que necesita la ayuda de los demás.

En la práctica, casi todos presuponemos que Dios deba ser generoso y, al final, en su misericordia, no tendrá en cuenta nuestras pequeñas faltas. Pero, ¿son verdaderamente tan pequeñas nuestras faltas? ¿Acaso no se destruye el mundo a causa de la corrupción de los grandes, pero también de los pequeños, que sólo piensan en su propio beneficio? ¿No se destruye a causa del poder de la droga que se nutre, por una parte, del ansia de vida y de dinero, y por otra, de la avidez de placer de quienes son adictos a ella? ¿Acaso no está amenazado por la creciente tendencia a la violencia que se enmascara a menudo con la apariencia de una religiosidad? Si fuese más vivo en nosotros el amor de Dios, y a partir de Él, el amor por el prójimo, por las criaturas de Dios, por los hombres, ¿podrían el hambre y la pobreza devastar zonas enteras del mundo? Las preguntas en ese sentido podrían continuar. No, el mal no es una nimiedad. No podría ser tan poderoso, si nosotros pusiéramos a Dios realmente en el centro de nuestra vida

En este pasaje, Jesús se lamenta por la actitud de aquellas ciudades a las que Él había tratado con mucho cariño, regalándoles milagros y prodigios. ¿Por qué, en lugar de convertirse y volver su mirada agradecida a Dios, seguían como si nada hubiera sucedido? ¿Por qué les cuesta tanto a los hijos valorar el sacrificio diario de sus padres? ¿Por qué nos resulta tan fácil recriminar y exigir nuestros derechos y somos tan perezosos a la hora de dar las gracias?

Les invito a que nos miremos nosotros mismos y saquemos nuestras propias conclusiones sobre todo aquello cuánto hemos recibido de Dios: nuestra vida, los familiares y amigos, las cualidades físicas, intelectuales, morales,... bienes materiales, etc. ¿Ya le hemos dado gracias por todo eso?

Cristo advierte a los que han recibido muchos dones, que deben corresponder de algún modo, en la medida que Dios les ha dado. El que tiene mucho, debe dar mucho.



SEÑOR, COMO ERES DE BUENO CON NOSOTROS!!! NOS REGALAS TODAS LAS COSAS SIN INTERÉS DE NADA PARA QUE SE LA BRINDEMOS A QUIENES MAS LO NECESITAN. TE PEDIMOS QUE NOS REGALES TUS FUERZAS PARA VENCER ANTE TODA ADVERSIDAD Y ASI SEGUIRTE CON LIBERTAD.
 
posted by Laureano García Muentes at 11:46 a.m. | Permalink |


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