¡El amor de Dios es maravilloso! Esta no es solo es
una bella afirmación que inspira al hombre lleno de fe, sino la evidencia de la
confianza en El.
Es la frase perfecta que ha engalanado la vida
humana a través de los tiempos y que lo ha llevado inclusive a generar bellas
poesías.
Vivir el amor de Dios, ha de ser la sublime
experiencia para todo cristiano.
Anidar en ella, no solo ayuda a descubrir un mundo
nuevo lleno de fe, sino que además le ínsita a abrigar en su corazón una
imaginable conmoción.
Sentir el palpitar por el amor de Dios es como
concebir en lo más profundo del ser un cosquilleo constante que provoca la agitación del valor por cambiar todo por
El.
Es sentir la seguridad de que alguien nos ama de verdad,
que nos mima, que nos admira y que nos incita a que le descubramos en su
grandeza de amor.
Miren, la mejor prueba de amor nos la revela Dios
cuando se engendra en María Virgen, en Belén de Judá. Allí, toma el rostro
humano para decirnos quien es Dios y quien es el hombre. Lo hace de una manera
incomprensible al ojo humano. Allí Dios entra en la historia haciéndose presente
como único Salvador de la humanidad.
Cada una de sus palabras están llenas de amor, este
nos lo regala y entrega cada día, para que con su guía destruyamos todas
nuestras arrogancias, egoísmos, ansias, poderes y nos hagamos humildes y
sencillos de corazón.
Es tan grande ese amor de Dios hacia los hombres, que
fue capaz de regalarnos su propio Hijo para que hecho como nosotros, entregara su
vida hasta el punto de sufrir los peores desagravios y morir en una cruz. Que por
amor, nos libero del pecado y nos ayuda a que alcancemos la salvación.
Hoy más que nunca, tenemos la necesidad de entender
que Dios es amor; y por ese amor grande, bondadoso y misericordioso que Él nos
tiene a todos sin excepción, somos liberados de toda esclavitud y de las cosas
del mundo.
A veces nos olvidamos de Él y nos vamos dejando
arrastrar por esas corrientes oscuras que nos esclavizan y dominan hasta
llevarnos hasta nuestra propia destrucción.
Sentémonos, meditemos y reconozcamos que “Amar no es poseer”. Quien de verdad ama, busca afanosamente que el otro se realice como persona y que él, por sus propios medios, pueda construir sus proyectos y sueños.
El amor es: donación y entrega. Quien de verdad ama
se entrega, no se esclaviza, no manipula, ni mucho menos le cierra la
posibilidad al otro de decidir y optar por sí mismo.
Dios es la fuente de amor y de libertad. Él, como
nuestro Padre, nos invita a la Salvación y a la Vida nueva. Nunca nos impone ni
nos violenta para que optemos por Él.