La
historia de Colombia ha estado marcada por violentos desalojos de tierras a
comunidades campesinas, indígenas y afro descendientes.
Muchos son los factores que han propiciado el desplazamiento interno como el que se vivió en el periodo conocido como el de la Violencia- años de 1946 a 1958. Allí, se despojó a más de dos millones de personas de sus tierras, quienes debieron cederlas a causa de un nuevo modelo agro-industrial planteado por el gobierno nacional.
Muchos son los factores que han propiciado el desplazamiento interno como el que se vivió en el periodo conocido como el de la Violencia- años de 1946 a 1958. Allí, se despojó a más de dos millones de personas de sus tierras, quienes debieron cederlas a causa de un nuevo modelo agro-industrial planteado por el gobierno nacional.
En los
años 1980 a 1990 y actuales, se ha caracterizado por un modelo de desarrollo excluyente,
que sumado al conflicto armado interno desatado por las fuerzas armadas
legalmente constituidas y las que operan al margen de la ley como la guerrilla
y los grupos paramilitares ligados al narcotráfico, han generado el
desplazamiento forzado de miles de personas hacia las áreas urbanas en muchas
de sus regiones, creando violencia, caos urbano y desempleo.
Y me
refiero a ello porque ayer cuando iba en un bus escuchaba la conversación que
sostenían dos señoras que sentadas a mi lado se decían: “!Esperaba tanto
encontrar donde trabajar en esta ciudad, pero figúrese, llevo más de un mes
buscando por todos lados empleo y no encuentro nada!” “Imagínese. ¡Mi esposo
sin trabajo, también buscando por todas partes y no consigue nada, mis hijos
pequeños de tres y un año y medio, no sé qué va a pasar!” Decía sollozando.
“Nos
vinimos del sur de Bolívar dejando todo allá tirado, nuestra tierrita, mi casita,
mis animalitos y lo que más me duele mi familia. Porque la guerrilla y los
militares nos acosaban y estábamos entre el fuego cruzado” “Y antes de que
sucediera lo peor, nos vinimos para Cartagena, soñando encontrar aquí paz,
tranquilidad, bienestar y trabajo” “Nadie nos ayuda”.
“Encontramos
un lotecito que otros desplazados nos cedieron por allá en el barrio el pozón,
a la orilla de la ciénaga de la Virgen, construimos nuestra casa con cartón y
laminas de eternit partidas que hemos encontrado en las calles y dormimos en el
suelo” imagínese señora” Sentimos que estamos cargando una cruz muy pesada. Ya
hemos perdido la esperanza y estamos perdiendo la creencia de la buena voluntad
de los hombres. De verdad, señora: Hay mucho egoísmo. Nadie ayuda a nadie. Cada
uno busca su propio interés”
La
compañera sorprendida de la historia que contaba la señora se levantó de su
silla y dirigiéndose a todos los que íbamos en el bus, dijo en voz alta:
“Señores pasajeros, hoy encontramos aquí un caso de intolerancia y de la falta
de solidaridad. Esta señora es desplazada y ha vivido una singular experiencia.
Ha estado necesitada de la auxilio del gobierno y de nosotros, ha recorrido
calles y barrios de nuestra ciudad y haciéndonos los oídos y ojos sordos y
ciegos, no la hemos ayudado” Haciendo un gesto de nostalgia y de tristeza,
mirándole a los ojos, prosiguió: “Quisiera que nos metamos la mano al dril, a nuestras
carteras y saquemos algo de dinero para colaborarle”…”y… si alguien necesita de
sus servicios, pueden dialogar con ella y brindarle la oportunidad de
trabajar”.
¡Qué
experiencia he vivido! Me decía yo. Todos en el bus hicimos caso a lo que nos
decía esa buena señora y sacamos de nuestros bolsillos algún dinero y se lo
entregamos. Algunos le recomendaron a la señora que se acercara a las oficinas
de derechos humanos y defensoría del pueblo a ver si por parte del gobierno
encontraba alguna ayuda.
La
señora, con un acto de nobleza, se paró de su silla y casi llorando, agradeció
a todos el gesto humanitario y la solidaridad, y en la estación siguiente, se bajo
del bus.
Miren,
este es un caso muy patético. Cuantos creemos que en medio de las
circunstancias difíciles no hay alguien que se nos acerca a nosotros, nos
alivia las penas y nos llena de esperanza.
Y es que
tener esperanza es esperar algo. Es tener ilusiones, es tener un proyecto para
realizar en la vida. Es esperar que alguien se nos acerque y sin pensar nos
mitigue el dolor y como fuego encendido, llene de ilusiones el corazón para
seguir nuestro camino, luchando a pesar de los desaciertos, los sufrimientos y el
dolor.
La
esperanza nos abre el horizonte y posibilidades para luchar y seguir buscando
en medio de las ilusiones que creemos haber perdido: Nuestros sueños.
Miren, el
caso de la señora ha de servir de experiencia para determinar que el dinero no
es el objeto principal para mitigar la esperanza. La mano amiga que extendemos
cuando nuestro próximo está esperando de nosotros es la que nos levanta y nos
enjuaga las lagrimas que hay en nuestros ojos. ¿Cuántos hoy como esta señora
esperan de nosotros?
Miren, la
esperanza va ligada a la vida y por tanto, tiene su fundamento: Dios.
Toda
experiencia de vida, nos ha de dejar una enseñanza la que transmitida a otros,
ha de conmover corazones donde no tiene cabida el vivir con los sufrimientos y
el dolor. Estos han de ayudarnos y han de enseñarnos a valorar a nuestro
vecino, amigo, desconocido que tenemos próximo.
Cuando en
nuestro corazón hay esperanza esta trae consigo el amor, la paz, la serenidad,
la ilusión, la perseverancia, el trabajo, la creatividad, el plazo, la alegría
y la dicha.
Dios nos
permita seguir contando experiencias como estas donde el dolor y la
desesperanza nos inviten a creer que siempre hay alguien que nos ama y nos
ayuda a seguir el camino a pesar del dolor de la cruz.
SEÑOR, TU CAMINO CON LA CRUZ A CUESTA, NOS DA LA FUERZA NECESARIA PARA
MIRAR DE MANERA DIFERENTE LA VIDA Y SOLIDARIZARNOS CON EL PRÓJIMO.