jueves, marzo 27, 2014
¿SE NOS DILUYE LA ESPERANZA?

La historia de Colombia ha estado marcada por violentos desalojos de tierras a comunidades campesinas, indígenas y afro descendientes. 

Muchos son los factores que han propiciado el desplazamiento interno como el que se vivió en el periodo conocido como el de la Violencia- años de 1946 a 1958.  Allí, se despojó a más de dos millones de personas de sus tierras, quienes debieron cederlas a causa de un nuevo modelo agro-industrial planteado por el gobierno nacional.
En los años 1980 a 1990 y actuales, se ha caracterizado por un modelo de desarrollo excluyente, que sumado al conflicto armado interno desatado por las fuerzas armadas legalmente constituidas y las que operan al margen de la ley como la guerrilla y los grupos paramilitares ligados al narcotráfico, han generado el desplazamiento forzado de miles de personas hacia las áreas urbanas en muchas de sus regiones, creando violencia, caos urbano y desempleo.
Y me refiero a ello porque ayer cuando iba en un bus escuchaba la conversación que sostenían dos señoras que sentadas a mi lado se decían: “!Esperaba tanto encontrar donde trabajar en esta ciudad, pero figúrese, llevo más de un mes buscando por todos lados empleo y no encuentro nada!” “Imagínese. ¡Mi esposo sin trabajo, también buscando por todas partes y no consigue nada, mis hijos pequeños de tres y un año y medio, no sé qué va a pasar!” Decía sollozando.
“Nos vinimos del sur de Bolívar dejando todo allá tirado, nuestra tierrita, mi casita, mis animalitos y lo que más me duele mi familia. Porque la guerrilla y los militares nos acosaban y estábamos entre el fuego cruzado” “Y antes de que sucediera lo peor, nos vinimos para Cartagena, soñando encontrar aquí paz, tranquilidad, bienestar y trabajo” “Nadie nos ayuda”.
“Encontramos un lotecito que otros desplazados nos cedieron por allá en el barrio el pozón, a la orilla de la ciénaga de la Virgen, construimos nuestra casa con cartón y laminas de eternit partidas que hemos encontrado en las calles y dormimos en el suelo” imagínese señora” Sentimos que estamos cargando una cruz muy pesada. Ya hemos perdido la esperanza y estamos perdiendo la creencia de la buena voluntad de los hombres. De verdad, señora: Hay mucho egoísmo. Nadie ayuda a nadie. Cada uno busca su propio interés”
La compañera sorprendida de la historia que contaba la señora se levantó de su silla y dirigiéndose a todos los que íbamos en el bus, dijo en voz alta: “Señores pasajeros, hoy encontramos aquí un caso de intolerancia y de la falta de solidaridad. Esta señora es desplazada y ha vivido una singular experiencia. Ha estado necesitada de la auxilio del gobierno y de nosotros, ha recorrido calles y barrios de nuestra ciudad y haciéndonos los oídos y ojos sordos y ciegos, no la hemos ayudado” Haciendo un gesto de nostalgia y de tristeza, mirándole a los ojos, prosiguió: “Quisiera que nos metamos la mano al dril, a nuestras carteras y saquemos algo de dinero para colaborarle”…”y… si alguien necesita de sus servicios, pueden dialogar con ella y brindarle la oportunidad de trabajar”.
¡Qué experiencia he vivido! Me decía yo. Todos en el bus hicimos caso a lo que nos decía esa buena señora y sacamos de nuestros bolsillos algún dinero y se lo entregamos. Algunos le recomendaron a la señora que se acercara a las oficinas de derechos humanos y defensoría del pueblo a ver si por parte del gobierno encontraba alguna  ayuda.
La señora, con un acto de nobleza, se paró de su silla y casi llorando, agradeció a todos el gesto humanitario y la solidaridad, y en la estación siguiente, se bajo del bus.
Miren, este es un caso muy patético. Cuantos creemos que en medio de las circunstancias difíciles no hay alguien que se nos acerca a nosotros, nos alivia las penas y nos llena de esperanza.
Y es que tener esperanza es esperar algo. Es tener ilusiones, es tener un proyecto para realizar en la vida. Es esperar que alguien se nos acerque y sin pensar nos mitigue el dolor y como fuego encendido, llene de ilusiones el corazón para seguir nuestro camino, luchando a pesar de los desaciertos, los sufrimientos y el dolor.
La esperanza nos abre el horizonte y posibilidades para luchar y seguir buscando en medio de las ilusiones que creemos haber perdido: Nuestros sueños.
Miren, el caso de la señora ha de servir de experiencia para determinar que el dinero no es el objeto principal para mitigar la esperanza. La mano amiga que extendemos cuando nuestro próximo está esperando de nosotros es la que nos levanta y nos enjuaga las lagrimas que hay en nuestros ojos. ¿Cuántos hoy como esta señora esperan de nosotros?
Miren, la esperanza va ligada a la vida y por tanto, tiene su fundamento: Dios.
Toda experiencia de vida, nos ha de dejar una enseñanza la que transmitida a otros, ha de conmover corazones donde no tiene cabida el vivir con los sufrimientos y el dolor. Estos han de ayudarnos y han de enseñarnos a valorar a nuestro vecino, amigo, desconocido que tenemos próximo.
Cuando en nuestro corazón hay esperanza esta trae consigo el amor, la paz, la serenidad, la ilusión, la perseverancia, el trabajo, la creatividad, el plazo, la alegría y la dicha.
Dios nos permita seguir contando experiencias como estas donde el dolor y la desesperanza nos inviten a creer que siempre hay alguien que nos ama y nos ayuda a seguir el camino a pesar del dolor de la cruz.

SEÑOR, TU CAMINO CON LA CRUZ  A CUESTA, NOS DA LA FUERZA NECESARIA PARA MIRAR DE MANERA DIFERENTE LA VIDA Y SOLIDARIZARNOS CON EL PRÓJIMO.
 
posted by Laureano García Muentes at 2:21 p.m. | Permalink |


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