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Hoy
les traigo esta pequeña reflexión que nos ayudara a acrecentar nuestra fe en el
Espíritu de Dios.
¿Estamos
ahogando el crecimiento en la fe? ¿O el uso de los dones de Dios? ¿O tu amor
incondicional por los demás?
En
el Sermón de la Montaña (Mateo 5,6 y 7) podemos encontrar un seminario muy
claro sobre cómo alcanzar nuestra mayor capacidad en la fe. Aquí Jesús nos brinda
un ejemplo de cómo cambiar una interpretación literal de la ley, en una fe
totalmente viva.
En
esencia, Jesús nos dice: vayamos y hagamos lo que sea necesario para
reconciliarnos con el que nos hemos enojado. Sus palabras nos señalan que es
más importante reconciliarse antes de salir a adorar a Dios.
Preguntémonos
entonces: ¿Cuán genuina puede ser nuestra adoración si la ira ha reemplazado al
amor en nuestros corazones, ya que Dios es amor?
Todos
tenemos personas en nuestras vidas, cuyos comportamientos no provocan ira. La
ira justa incluye perdón; la ira pecaminosa quiere venganza.
Miren,
si vamos caminando por el pasillo en Misa para recibir la Comunión mientras
rechazamos amar a alguien, ¿cómo podemos amar a Cristo que está en la
Eucaristía, que nos ha unido en la comunidad (eso es lo que significa
"comunión") incluyendo a la persona que te hace sentir enojado? ¿Cómo
podemos recibir amor mientras nuestros corazones están cerrados al amor?
Ignorar
la necesidad de sanación de nuestra ira es ahogar al Espíritu Santo dentro de
nosotros.
Crecemos
en el Espíritu y en la santidad cuando aceptamos el difícil desafío de
humillarnos para poder dar amor a aquellos que no lo merecen.
¿Está
ahogando algo tu crecimiento en la fe? ¿O el uso de los dones de Dios? ¿O tu
amor incondicional por los demás?
SEÑOR, DANOS UN ESPÍRITU
RENOVADO PARA CON ÉL, SEGUIR POR EL MUNDO DANDO FE DE TUS PALABRAS QUE SANAN Y
DAN VIDA NUEVA.