Todo viene del esfuerzo que haga y mis deseos de
conversión. Todo nace del esfuerzo
personal por convertir el alma a Dios y por dirigir la mente y el corazón a
nuestro Dios. Y esta exploración
ha de ser una constante en nuestra vida y ha de ser realizada con todo empeño .
Lo primero que debo descubrir para convertirme de verdad, es
entrar a preguntarse ¿quién soy yo?, ¿para qué estoy en este mundo?
Ello nos da
la apertura a la verdad de quien es Cristo Salvador, nuestro Dios y Redentor.
Convertirme a
Cristo no es solamente convertirme a una ideología o a una doctrina; la
conversión cristiana tiene que pasar primero por la experiencia de Cristo. A
veces podemos hacer del cristianismo una teoría más o menos convincente de forma
de vida, y entonces se escuchan expresiones como: “el concepto cristiano”, “la
doctrina cristiana”, “el programa cristiano”, “la ideología cristiana”, como si
eso fuese realmente lo más importante, y como si todo eso no estuviese al
servicio de algo mucho más profundo, que es la experiencia que cada hombre y
cada mujer tienen que hacer de Cristo.
Lo fundamental del
cristianismo es la experiencia que el hombre y la mujer hacen de Jesucristo, el
Hijo de Dios. ¿Qué experiencia tengo yo de Jesucristo? A lo mejor podría decir
que ninguna, y qué tremendo sería que me supiese todo el catecismo pero que no
tuviese experiencia de Jesucristo. Estrictamente hablando no existe una
ideología cristiana, es como si dijésemos que existe una ideología de cada uno
de nosotros. Existe la persona con sus ideas, pero no existe una ideología de
una persona. Lo más que se puede hacer de cada uno de nosotros es una
experiencia que, evidentemente como personas humanas, conlleva unas exigencias
de tipo moral y humano que nacen de la experiencia. Si yo no parto de la
reflexión sobre mi experiencia de una persona, es muy difícil que yo sea capaz
de aplicar teorías sobre esa persona.
¿Es Cristo para mí
una doctrina o es alguien vivo? ¿Es alguien vivo que me exige, o es simplemente
una serie de preguntas de catecismo? La importancia que tiene para el hombre y
la mujer la persona de Cristo no tiene límites. Cuando uno tuvo una experiencia
con una persona, se da cuenta, de que constantemente se abren nuevos campos,
nuevos terrenos que antes nadie había pisado, y cuando llega la muerte y
dejamos de tener la experiencia cotidiana con esa persona, nos damos cuenta de
que su presencia era lo que más llenaba mi vida.
Convertirme a
Cristo significa hacer a Cristo alguien presente en mi existencia. Esa
experiencia es algo muy importante, y tenemos que preguntarnos: ¿Está Cristo
realmente presente en toda mi vida? ¿O Cristo está simplemente en algunas
partes de mi vida? Cuando esto sucede, qué importante es que nos demos cuenta
de que quizá yo no estoy siendo todo lo cristiano que debería ser. Convertirme
a la verdad, convertirme a Cristo significa llevarle y hacerle presente en cada
minuto.
Hay una segunda
dimensión de esta conversión: la conversión a la santidad. Dice el Papa, “Toda
la vida debe estar dedicada al perfeccionamiento espiritual. En Cuaresma, sin
embargo, es más notable la exigencia de pasar de una situación de indiferencia
y lejanía a una práctica religiosa más convencida; de una situación de
mediocridad y tibieza a un fervor más sentido y profundo; de una manifestación
tímida de la fe al testimonio abierto y valiente del propio credo.” ¡Qué
interesante descripción del Santo Padre! En la primera frase habla a todos los
cristianos, no a monjes ni a sacerdotes. ¿Soy realmente una persona que tiende
hacia la perfección espiritual? ¿Cuál es mi intención hacia la visión cristiana
de la virtud de la humildad, de la caridad, de la sencillez de corazón, o en la
lucha contra la pereza y vanidad?
El Papa pinta unos
trazos de lo que es un santo, dice: “El santo no es ni el indiferente, ni el
lejano, ni el mediocre, ni el tibio, ni el tímido”. Si no eres lejano,
mediocre, tímido, tibio, entonces tienes que ser santo. Elige: o eres esos
adjetivos, o eres santo. Y no olvidemos que el santo es el hombre completo, la
mujer completa; el hombre o la mujer que es convencido, profundo, abierto y
valiente.
Evidentemente la
dimensión fundamental es poner mi vida delante de Dios para ser convencido
delante de Dios, para ser profundo delante de Dios, para ser abierto y valiente
delante de Dios.
Podría ser que en
mi vida este esfuerzo por la santidad no fuese un esfuerzo real, y esto sucede
cuando queremos ser veleidosamente santos. Una persona veleidosa es aquella que
tiene un grandísimo defecto de voluntad. El veleidoso es aquella persona que,
queriendo el bien y viéndolo, no pone los medios. Veo el bien y me digo: ¡qué
hermoso es ser santo!, pero como para ser santo hay que ser convencido,
profundo, abierto y valiente, pues nos quedamos con los sueños, y como los
sueños..., sueños son.
¿Realmente quiero
ser santo, y por eso mi vida cristiana es una vida convencida, y por lo mismo
procuro formarme para convencerme en mi formación cristiana a nivel moral, a
nivel doctrinal? ¡Cuántas veces nuestra formación cristiana es una formación
ciega, no formada, no convencida! ¿Nos damos cuenta de que muchos de los
problemas que tenemos son por ignorancia? ¿Es mi cristianismo profundo, abierto
y valiente en el testimonio?
Hay una tercera
dimensión de esta conversión: la dimensión de la reconciliación. De aquí brota
y se empapa la tercera conversión a la que nos invita la Cuaresma. El Papa dice
que todos somos conscientes de la urgencia de esta invitación a considerar los
acontecimientos dolorosos que está sufriendo la humanidad: “Reconciliarse con
Dios es un compromiso que se impone a todos, porque constituye la condición
necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el
entendimiento fraterno con los demás y por consiguiente, la paz en la familia,
en la sociedad y en el mundo. Queremos la paz, reconciliémonos con Dios”.
La primera
injusticia que se comete no es la injusticia del hombre para con el hombre,
sino la injusticia del hombre para con Dios. ¿Cuál es la primera injusticia que
aparece en la Biblia? El pecado original. ¿Y del pecado de Adán y Eva qué
pecado nace? El segundo pecado, el pecado de Caín contra Abel. Del pecado del
hombre contra Dios nace el pecado del hombre contra el hombre. No existe ningún
pecado del hombre contra el hombre que no provenga del pecado primero del
hombre contra Dios. No hay ningún pecado de un hombre contra otro que no nazca
de un corazón del cual Dios ya se ha ido hace tiempo. Si queremos transformar
la sociedad, lo primero que tenemos que hacer es reconciliar nuestro corazón
con Dios. Si queremos recristianizar al mundo, cambiar a la humanidad, lo
primero que tenemos que hacer es transformar y recristianizar nuestro corazón.
¿Mis criterios son del Evangelio? ¿Mis comportamientos son del Evangelio? ¿Mi
vida familiar, conyugal, social y apostólica se apega al Evangelio?
Ésta es la
verdadera santidad, que sólo la consiguen las personas que realmente han hecho
en su existencia la experiencia de Cristo. Personas que buscan y anhelan la
experiencia de Cristo, y que no ponen excusas para no hacerla. No es excusa
para no hacer la experiencia de Cristo el propio carácter, ni las propias
obligaciones, ni la propia salud, porque si en estos aspectos de mi vida no sé
hacer la experiencia de Cristo, no estoy siendo cristiano.
Cuaresma es
convertirse a la verdad, a la santidad y a la reconciliación. En definitiva,
Cuaresma es comprometerse. Convertirse es comprometerse con Cristo con mi
santidad, con mi dimensión social de evangelización. ¿Tengo esto? ¿Lo quiero
tener? ¿Pongo los medios para tenerlo? Si es así, estoy bien; si no es así,
estoy mal. Porque una persona que se llame a sí misma cristiana y que no esté
auténticamente comprometida con Cristo en su santidad para evangelizar, no es
cristiana.
Reflexionen sobre
esto, saquen compromisos y busquen ardientemente esa experiencia, esa santidad
y ese compromiso apostólico; nunca digan no a Cristo en su vida, nunca se
pongan a sí mismos por encima de lo que Cristo les pide, porque el día en que
lo hagan, estarán siendo personas lejanas, indiferentes, tibias, mediocres,
tímidas. En definitiva no estarán siendo seres humanos auténticos, porque no
estarán siendo cristianos.
FUENTE: CATHOLIC.NET