![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1Ar7U1DP_pDiw33NST91WQGaIvap3K3zG_mxfksagKPs-ihuvRjOyMZ5zBHL7XNTTpiuPZdLpHNaOTv5B4uGI8rkx5uWrHiW1kpwOX0BjSh5ll7m1Z1Et-kyesG8RRfBzgQNo9w/s320/indigentes-2%5B1%5D%5B1%5D.jpg)
“He
venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!”
Lc.12.19
El amor de Dios es incondicional, misericordioso, fiel e interminable, no tiene límites, ni distinciones por la raza o religiones. Al amarnos unos a otros y respétanos mutuamente, nuestra convivencia familiar y comunitaria se hace más liviana y llevadera, porque el amor que El nos ofrece nos va encendiendo el corazón y a través de su luz y con su calor, nos va vigorizando las fuerzas para apartarnos de toda intención de peligro y de pecado.
Quienes en el despertar de cada día notamos su grandeza y generosidad
hacia nosotros, percibimos el gesto mas preciado
de su amor al regalarnos la vida y la posibilidad de abrir nuestros ojos, el poder
respirar, el sentir y palpar todo lo que
está a nuestro alrededor; y lo más hermoso de todo, el de brindarnos los medios
necesarios para comunicarnos con todos los que están o no a nuestro lado ya sea
de manera verbal o escrita.
Me pregunto hoy: ¿No comprendo como muchos de nosotros aun no nos
hemos dado cuenta de cuánto nos ama Dios y por el contrario dudamos y no evidenciamos
su existencia?
¡Qué grande y hermoso es el amor de Dios! Cuánto quisiera que hoy
tomáramos la decisión única de servir a Dios,
viviendo y multiplicando su amor; y donde cada uno de nosotros como sus
hijos creados a su imagen y semejanza, seguidores y continuadores de su obra en
el mundo, encendiéramos su fuego y su amor en cada rincón del mundo. Si así lo hiciésemos
transformaríamos al mundo.
No es nada imposible. Ese fuego ya fluye en ti y en mí. Y entonces
me preguntaran: ¿Cómo así? Si, les responderé. El fuego del amor de Dios en
cada uno de nosotros arde ya y lo vivimos y sentimos desde nuestro bautismo y Dios
espera de nosotros que se lo propaguemos a otras personas a través de nuestro
testimonio de vida, siendo fieles a sus virtudes que ha venido sembrando cada día
en cada corazón.
Jesús nos dice en el Evangelio de San Lucas Cap. 12.49-53: “He venido a arrojar un fuego sobre la
tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que
ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy
aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde
ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos
contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el
padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la
nuera y la nuera contra la suegra”
La esencia del cristiano está en la caridad y en vivir apasionado por
el amor a Dios. Su sentimiento de afecto ha de ser como el fuego que a la vez
enciende todo y consume una y otra cosa, que se extiende y se expande con calor
y pasión y hasta divide los corazones fríos y mezquinos que nada mas piensan en
llenar sus pobres pretensiones.
Pidamos a nuestro Dios hoy que a través de su Espíritu santo estemos en
continuo crecimiento y libre de presiones externas que destruyan nuestra
identidad cristiana. Que no seamos indiferentes y apaguemos su luz y ardor
frente a la mediocridad que nos ofrece el mundo. Que nos llene de sabiduría para
saber entender y aceptar los signos de los tiempos y cuando sea necesario
hablar que no estemos callados.
SEÑOR, TU ERES FUENTE DE LUZ.
QUE HOY NOS COMPROMETAMOS EN DARTE A CONOCER COMO ÚNICO Y VERDADERO DIOS.