sábado, octubre 20, 2012
PERMITIMOS QUE LA PALABRA DE DIOS NOS TRANSFORME
“Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios”
Hechos 20.24


Al escribir mi primer Libro: “Atrévete a Caminar con El” me he propuesto mostrar al mundo algunos artículos que hablan del testimonio de transformación que he tenido en mi vida y donde se hace visible la acción de Dios en el cual dan claridad de la presencia salvífica de su Hijo, Jesús, el Salvador, quien como buen pastor, me ha mostrado lo grande y valioso que poseo: Mi Familia.

Qué fácil es para algunos oír, leer e interpretar las palabras que Cristo nos muestra en sus Evangelios, pero qué difícil es actuar como Él lo quiere y desea en nosotros.

Algunas veces nos gloriamos en afirmar casi textualmente la Palabra haciendo énfasis de aquellas donde se hacen explicitas las órdenes de Dios para con nosotros y “queremos obedecerlas” pero, pregunto: ¿por qué no maduramos con ellas?

La verdad es que somos muchos los que seguimos separándonos de nuestros verdaderos deseos y rompemos las uniones que de manera celestial, Dios ha conformado: la Familia.

¿Cuántos somos hoy los que afirmamos ante el mundo que todo lo realizado por nosotros esta dentro de los perfiles de Dios y que lo que estamos haciendo es cumpliendo sus mandatos con acciones que revelan a los hombres la verdad?

Es esta una manera recta y ejemplar para que muchos al conocerlas, también se atrevan a seguirla.

El Señor nos pide ser humildes y sencillos de corazón para ser enseñables. Pero muchas son las veces donde fallamos cuando nos aferramos en ver el daño que hacemos a los demás al proteger nuestros orgullos y odios prefiriendo estar ciegos a la verdad  al ocupándonos solo en insistir que tenemos la razón. Es este, el poder de la negación, la que muestra la impaciencia o la ira que mata la dignidad.

Quienes con insistencia se ensañan en hacer daño a otros, al Dios de nuestro ser, creador y dueño único de todo lo que existe, le pido con insistencia: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

El ser humildes nos implica pedir con constancia el Espíritu Santo que nos enseñe a ser como Cristo. Porque ser humildes significa el querer con decisión abrir nuestros ojos de frente al pecado que aun nos afecta, para así, anhelar con la firmeza y alegría en llegar a ser santos.

Pidamos pues al Señor que sane nuestras vistas y maneras de actuar frente a nuestras realidades, sobre todo, frente a aquellas a las que más le tenemos miedo y donde quizás hemos actuado de manera equivocada.

Dios nos aprecia y admira porque solo Él sabe que la vida Cristiana es de acción y no solamente de actitud.

 SEÑOR, TU ESTAS EN MEDIO DE TODAS NUESTRAS DIFICULTADES, MUÉSTRANOS TU LUZ PARA DESCUBRIRTE Y AMARTE MUCHO MAS.
 

 
posted by Laureano García Muentes at 6:53 a.m. | Permalink |


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