domingo, abril 17, 2011
SEÑOR AUMENTA EN TODOS LOS HOMBRES LA FE Y LA CONFIANZA EN TI

Cómo necesitamos la fe y la confianza en Dios en los tiempos actuales. Parece que los hombres nos hemos estado desviando de nuestros principios éticos y morales, perdido la fe y la confianza en Dios.

Si, hemos estado perdiendo la fe y la confianza en nosotros mismos, en nuestros hermanos, en el mundo en que vivimos, y, por sobre todo, en Dios. Recordemos que la fe y la esperanza son las que nos dan el sentido a la vida y, en su momento, a la muerte, en ese encuentro definitivo con el Señor.

Nadie niega que el demonio de la incredulidad se ha echado sobre el mundo: un demonio sordo, que ha taponado los oídos de la gente para que no escuche la Palabra de Dios, y demonio mudo que cierra los labios para que nadie se dirija al Dios que salva.

Siempre en la Iglesia hemos tenido como señal de salvación la afición y el amor a la Palabra de Dios y a la oración. Quien escucha a Dios que nos habla interiormente por sus inspiraciones, por la lectura de la Sagrada Biblia y por la predicación de la Iglesia, ése está en canino seguro de salvación. Y se está en camino segurísimo cuando a la escucha de Dios se une la oración confiada.

El oído y la lengua juegan un papel decisivo en el problema de la salvación. Por eso nos volvemos a preguntar: ¿Escucha hoy el mundo a Dios y reza todo lo que debe? ¿Sigue actuando todavía el demonio sordo y mudo?

Entonces, lo que más necesitamos hoy todos los hombres es tener más fe y más oración. El mundo sólo se salvará cuando crea y rece. Y los que trabajamos por la salvación del mundo, no le arrebataremos al demonio su dominio sobre las almas, sino cuando echemos mano de esas dos armas que ha manejado siempre la Iglesia con maestría: la oración y la penitencia, nacidas de un profundo espíritu de fe.

Nos toca con San Agustín, considerar que la fe no es solo “creer en Dios, ni creerle a Dios sino ir hacia Él; y en este sentido la fe apenas se distingue del amor”.

San Marcos en el Cap. 9 nos narra la súplica de los Apóstoles cuando le piden con gran insistencia al Señor para que les aumentara la fe. Naturalmente ellos tenían fe en Jesús y por eso lo seguían, pero con frecuencia entraban en la duda; algunas enseñanzas les parecían demasiado comprometedoras; sus esquemas mentales no les permitían aceptar ciertas cosas después de “dejarlo todo por seguirlo”. Pero no obstante ante las dificultades reconocen la debilidad de su fe y la necesidad de fortalecerla y con un acto de sensatez le piden a Jesús que les ayude.

Por eso es conveniente aproximarnos al tema de la fe que le da sentido a nuestra relación con Dios. Así la define la Carta a los Hebreos: “La fe es seguridad de lo que se espera y la certeza de lo que no se ve” (11,1).

Recordemos, finalmente que las cosas se aprenden a hacer haciéndolas. También la fe se tiene, teniéndola. Como se hacen los caminos, caminándolos. Y esto no es de ahora sino de siempre.

Es esta ocasión propicia: la Semana Mayor; para que en ella manifestemos la fe y la confianza en Dios en todas y cada una de las celebraciones religiosas que invita al recogimiento y a la oración.

Todo tiene su valor y su mérito; pero la fe y la confianza en Dios comienzan a madurar cuando se la busca con esfuerzo, cuando se lleva a la práctica en forma constante, en las buenas y en las malas, y se pide este auxilio de lo Alto como lo pedía el personaje del Evangelio: “Creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad” (MC. 9,24).

SEÑOR, QUEREMOS AGRADECERTE Y PEDIRTE QUE NOS AYUDES EN LAS DIFICULTADES QUE SE PRESENTAN EN EL DIARIO ACONTECER Y JUNTO A TI, LOGREMOS FORTALECER NUESTRA Y FE Y LA ESPERANZA.
 
posted by Laureano García Muentes at 9:14 a.m. | Permalink |


0 Comments:


<body>