viernes, abril 22, 2011
LA SEXTA PALABRA DE CRISTO EN LA CRUZ "TODO ESTÁ CUMPLIDO"

¡Qué alentador es, cuando se nos ha encomendado una labor y podemos decir con toda tranquilidad que está cumplida, terminada! ¿Verdad?
Pero que triste es cuando confiamos una tarea a alguien y somos defraudados porque no se cumple o termina. ¿Cierto?

Pues bien, quisiera compartir con ustedes en esta oportunidad acerca de esta sexta palabra pronunciada por Jesús en la cruz y que se hallan registradas como testamento para todos los cristianos en el Evangelio de San Juan Cap. 19. 30 y que dice: “Todo está cumplido”.

Al escuchar y leer estas palabras, se abre en nuestra mente un interrogante. ¿Qué estaba cumplido?

Podemos entender con este vocablo desde nuestra perspectiva humana lo siguiente: ¿Se le acabó a Jesús el tormento, ese tormento que sus enemigos en su depravada maldad le infligieron; juzgándole injustamente, a través de golpes, azotes, burlas, desprecio, crucifixión, etc. En otras palabras, de su perverso complot para quitarle la vida?

Jesús no quiso decir eso, pues si las circunstancias le eran adversas, Él miraba mucho más allá, miraba hacia nuestra eternidad: “Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste” (Juan 17:4). “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lc.22:42).

Estamos celebrando los momentos mas sublimes de la pasión y muerte de Cristo. Hoy, en presencia de la cruz, nos hemos propuesto renovar nuestro compromiso de ser sus seguidores inseparables; y como sus discípulos, que hemos estado siendo educados por El a través del ejemplo de su vida y en especial con esta palabra: «todo está cumplido», le decimos: ¡Dios mío, mi Salvador, confío en ti, me abandono en ti!

En esta sexta palabra Jesús sigue haciendo de su muerte una oración, un acto de infinito amor. Con su inminente muerte, libremente asumida, el Hijo de Dios cumple hasta el final la misión que había recibido del Padre. Con la frase: "Todo está cumplido”; termina ese diálogo constante que había mantenido con el Padre durante toda su vida. En esta hora decisiva le dice con su voz quebrantada: La Misión que me diste está cumplida.

Si, la misión encomendada fue dura, pero Jesús la ha cumplido: El ser humano ha sido rescatado y devuelto a la vida.

Comprendamos que así cómo Nuestro Señor y Salvador completó la obra de nuestra redención en el sexto día y descansó en el sueño de la muerte el séptimo. Así, nuestro Dios-Padre completó la obra de la creación en el sexto día y descansó el séptimo, Y es que “Las obras de Dios son así de perfectas”. Ellas, nos señalan y enseñan el modelo a la perseverancia, que nos ayuda a dar el sentido merecido y henchido a nuestro SER CRISTIANO.

Preguntémonos: ¿Entonces por qué Cristo perseveró tanto colgado de su Cruz e incluso prolongó su vida hasta la muerte sin un lamento o una murmuración?
Si hoy la humanidad pudiese entender la razón que indujo a Nuestro Señor a perseverar en la Cruz, hoy deberíamos estar todos completamente convencidos de lo importante que es asumir y cargar las cruces diarias con esa misma constancia y coraje.

Cuando fijamos los ojos en la Cruz, muchas son las veces que nos llenamos de horror a la vista de tal instrumento de muerte. Pero, cuando nos detenemos y fijamos nuestros ojos en el personaje que allí se encuentra, en ese Jesús- Cristo que nos da el ejemplo sublime y nos exhorta a cargar la Cruz; y a que proyectemos ese lugar al que cargándola hemos de llegar, veremos con nuestros propios ojos, su grandeza, su gran amor y su gran misericordia, lo que sin duda, nos impulsará a querer ser como El, hasta la misma muerte.

Y es que la primera razón que tuvo Cristo para estar allí, colgado en una cruz fue el amor que tenía por su Padre: «La copa que me ha dado el Padre, ¿no la he de beber?» Cristo amó a su Padre y el Padre amó a su Hijo Unigénito con un amor igualmente inefable.

Hoy ante esta gran realidad, podemos encontrar muchas respuestas a tantas y tantas preguntas que nos hacemos a diario ante el misterio inconsolable de dolor y de muerte que vivimos en nuestros barrios, ciudades y el mundo.

¿Cuantos niños enfermos, cuantas familias que están siendo olvidadas por nuestros gobernantes, miles de niños que deambulan por nuestras calles pidiendo de nosotros solidaridad y justicia; y que al no encontrar respuestas mueren de hambre y en el olvido, cuantas familias en el mundo mueren en terremotos, inundaciones, catástrofes terribles, cuántas personas que han sido desterradas de sus tierras y hasta de su patria?

Es este el momento para que en silencio nos cuestionemos y penetremos esculcando nuestro interior y discernamos sobre nuestro papel de padres de familia, amas de casas, jóvenes, clase política, gobernantes… y junto a la cruz de Cristo respondamos a estas preguntas: ¿Qué tanto estamos forjando con nuestra vida como cristianos y seguidores de ese hombre que dio su vida en la cruz por todos? ¿Será que somos testigos de fidelidad a su Palabra mediante una entrega incondicional al hermano desamparado, al pobre, al oprimido, al angustiado, al desplazado y a ese que vive martirizado por nuestra dejadez y de la clase dirigente?

Cuantas situaciones se nos sobreviene y seguimos haciéndonos preguntas como esta: ¿Si Dios existe y si Dios es bueno, por qué el sufrimiento y la muerte?
Nos debe sorprender pues la gran muestra de obediencia y perseverancia del Hijo de Dios al ser colgado de la Cruz por tres horas.


Hoy quiero dejar como una reflexión el gran ejemplo que Cristo nos ha dado, ese testimonio que los mismos Apóstoles manifiestan para que le conozcamos e imitemos.

Miren, San Pablo en su Carta a los romanos (Cap 8), luego de enumerar sus propias cruces y las de sus compañeros, pregunta: « ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿Los peligros? ¿La espada? Como dice la Escritura: por Tu causa somos muertos todo el día, tratados como ovejas destinadas al matadero». Y contesta su propia pregunta: «Pero en todo esto vencemos gracias a Aquel que nos amó».

Los invito a que hoy nos propongamos a confiar en el Señor y que dejemos a un lado las preocupaciones y los sufrimientos que nos marcan las cruces; y con una decisión firme permanezcamos con Él aprendiendo a sobrellevarlas. Estoy seguro que ese Dios que tanto nos ama y que nos entregó a su único Hijo por nuestro rescate, nos ayudará y nos hará cada vez hombres nuevos y renovados.

Ya todo tiene sentido. Con Cristo todo tiene sentido, ya no hay callejones sin salida, ya no hay rutas oscuras y sin sentido.
 
posted by Laureano García Muentes at 6:23 a.m. | Permalink |


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