lunes, diciembre 20, 2010
EL ESPIRITU DE DIOS NOS AYUDA A CONSTRUIR LA VIDA NUEVA

Creo en la tercera Persona de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo ha sido llamado por algunos autores "el gran desconocido". Porque, realmente, sabemos que es la tercera persona de la Santísima Trinidad, pero apenas sí lo tratamos.

Es preciso que nosotros, como cristianos, intentemos penetrar en el Misterio de Dios y sepamos agradecerle su ayuda amorosa y constante, debemos atenderlo en el fondo de nuestro corazón, y saber responderle con nuestro amor y nuestras obras a todas las inspiraciones y mociones que de él recibimos.

Hay una tradición en la antigüedad en la que se llama al Espíritu Santo "el Confortador". Y, realmente, en la práctica, ese nombre y otros muchos pueden aplicarse al Espíritu Santo.

Porque él nos conforta y nos consuela, nos da fortaleza para resistir la tentación. Nos ayuda y nos guía en el camino hacia Dios.

También la palabra Paráclito se refiere al Abogado, el que nos defiende ante los tribunales. Es quien puede rogar e interceder por nosotros. Quien nos defiende en la lucha contra el enemigo; quien nos inspira y nos enseña en el camino de la vida interior.

Pero realmente la palabra Paráclito significa "el amigo en la necesidad". Ya en los escritos de San Pablo vemos que no se limitaba a pensar que el Espíritu Santo ayudaría a defenderse ante los tribunales, sino que precisa: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables " (Rom 8, 26).

Es algo maravilloso ser conscientes de esto: el Espíritu ayuda a nuestra debilidad Si ayuda, ¿por qué no nos confiamos a él? Si ayuda, ¿por qué no le pedimos? Si ayuda, ¿por qué no descansamos en él, en vez de querer sacar fuerzas de nuestros medios humanos?

Los medios humanos no son despreciables, sino imprescindibles para todo. Pero tienen una medida, un peso, un contenido.

No podemos creernos superpotentes; no podemos creer que seamos capaces de resolver y entender todo, lo divino y lo humano. No podemos pensar que la oración, el trato con Dios se realiza sólo a base de esfuerzo personal: es preciso ponerlo, ¡claro que sí!, pero conscientes de que, sin la ayuda del Espíritu Santo, nada podemos.

Y, si lo invocamos, si creemos en él y en su ayuda, tenemos que pensar en el Espíritu Santo que reza "en nosotros".

Es tan grande el misterio, que quizás nosotros sólo lo recordamos como algo extraordinario: las lenguas de fuego en el Cenáculo; los Apóstoles, entendiéndose en diversas lenguas; la frase evangélica en que se dice que no se preparen para defenderse, que ya el Espíritu pondrá palabras en sus labios...

Todo esto fue así, y es real. Pero también es real que ahora tenemos la atención directa del Espíritu Santo.

Somos templos del Espíritu Santo, se nos dice al parecer, no nos enteramos. Y de esto debe deducirse nuestra dignidad de hijos de Dios, el respeto a nuestro cuerpo y al cuerpo de los demás, el valor inmenso de saber que no estamos solos.

Al Espíritu Santo debemos invocarlo, rezarle, creer en él de una forma real y auténtica.

SEÑOR, DANOS CADA DIA LA FORTALEZA QUE NECESITAMOS PARA QUE CADA PASO QUE DEMOS SEA AGRADABLE A TI.
 
posted by Laureano García Muentes at 5:04 a.m. | Permalink |


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