lunes, mayo 17, 2010
EL MISTERIO QUE SE ENCERRABA EN DIOS

Jesús nos ha desvelado el misterio que se encerraba en Dios. Muchas veces nos habló del Padre de los cielos, nos enseñó como debemos rezarle, nos recordó su preocupación por todos y cada uno de los seres humanos. También nos habló de la relación que le unía a Él, con ese Padre de los cielos y de su igualdad con Él.

Al final de su vida, cuando se acercaba el momento de su Pasión y de su muerte y también después de su resurrección Jesús insistió, en numerosas ocasiones que, cuando él faltará, enviaría al Espíritu Santo para que nos confortara, para que nos recordará lo que él nos había dicho, para que entendiéramos el sentido y el significado de los hechos que habían vivido juntos.

Miren, todos los cristianos de todos los tiempos estamos llamados a vivir conscientes de este misterio que nos envuelve, el Misterio que Jesús nos desveló, a orar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por separado o a la Santísima Trinidad en su conjunto de manera sincera y con sentimientos que salgan de lo más profundo del corazón.

Cuando comenzamos el día, en las horas de cenar, cuando salimos a la calle, cuando nos reunimos como familia o en comunidad, cuando iniciamos cualquier labor, en momentos de riesgos o peligros, etc. Casi sin darnos cuenta, lo hacemos. Siempre invocamos a Dios Padre o a su Hijo para que en el nombre de la Trinidad seamos acompañados y guiados por su Espíritu, se nos perdonen nuestros pecados y nos unamos a Él.

Hoy cuando hacemos mención a esta fiesta que estamos por celebrar, debemos recordar que Dios es comunidad de personas unidas por el amor. Por ello, es bueno que todos juntos le pidamos por esa unidad que tantas veces rompemos los seres humanos y que tanto daño hace a la convivencia fraterna y de amor de hermanos que Él nos enseñó, para vivir como parejas, en familias, en grupos y comunidades, en nuestras sociedades donde hoy se vive la violencia feroz por el poder, el dinero, la fama, etc. Y por la Iglesia que vive amenazada por los incredulos.

Confesemos y profesemos sin temor nuestra fe y llenos del Espíritu Santo venzamos el miedo y salgamos a proclamarlo entre todas las gentes como un Dios que vive en medio de nosotros.

SEÑOR, TU NOS FORMAS EN COMUNIDAD DE AMOR PARA SER SIGNOS DE UNIDAD.
 
posted by Laureano García Muentes at 6:38 a.m. | Permalink |


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