Con esta reflexión que hago, recuerdo una anécdota de un Padre Arquidiocesano de un pueblo cerca a Cartagena quien me contaba lo siguiente:
Un cierto día se me acerco un muchacho luego de que en una reunión con la comunidad, les pedía a los feligreses que volvieran al templo y participarán de las eucaristías y de las demás actividades que se desarrollan en la parroquia. Y le dijo: “Oiga Padre, deje de insistir ya tanto, sabe, que aquí ya en este pueblo la Iglesia murió desde hace mucho rato”. Yo, preocupado con esta respuesta, insistía, por que quería reanimar mi parroquia. Entonces, con mucha inteligencia e iluminado por el Espíritu Santo, le concluí al joven: “¿Oiga joven sabe una cosa?, de verdad que la Iglesia murió y por tanto merece un entierro”. El joven se marchó y al día siguiente, comencé mi campaña. Por los altoparlantes ubicados en el campanario de la Iglesia, convoque a unas exequias de una persona importante del pueblo, las campanas doblaron por el luto de la Iglesia.
La gente en las calles se preguntaban quien era el difunto y muchos se acercaban al templo a chismosear y veían en el pasillo central un ataúd cubierto con toda clase de flores. Fue tal la romería que la plaza se llenó, todos querían ver al difunto.
Yo ya vestido para la celebración baje al féretro y destapé el cajón para que todos lo observaran. La curiosidad llegó al máximo. Uno por uno fue a ver. Observaban el cajón y salían avergonzados. Los que no habían visto nada todavía se preguntaban: ¿Qué había pasado? La sorpresa de todos fue grande. Yo, había colocado en el interior del cajón un espejo grande y cada uno se veía en el fondo.
Quien había muerto no era la Iglesia sino cada uno de los fieles que se veían dentro del cajón. ¿Sabes que pasó? Todo el pueblo comenzó a reflexionar y hoy la Iglesia es una con mayor participación ciudadana en las diferentes actividades pastorales de la Arquidiócesis.
Te invito a reflexionar: Jesucristo nos ofrece la Luz y la Vida con mucha insistencia, quien quiere la acepta o la rechaza. Entrar a su Luz es servir a los demás quitando todo odio y egoísmo. La Iglesia es la casa de Dios así como lo eres tú. Él quiere que lo encuentren y se salven. No quiere condenar a nadie, lo que nos condena es nuestro propio egoísmo y nuestra falta de compromiso con nuestros propios hermanos que necesitan de nosotros, Algunos dicen: “Pero Dios debería”, “Dios podría”, y nos pasamos toda la vida con esa eterna indecisión ante la fe, la historia y la vida.
RECUERDA: JESUCRISTO NOS LLAMA MEDIANTE SU PALABRA Y ELLA NOS DA ANIMO Y VALOR PARA ENFRENTAR LAS SITUACIONES DE LA VIDA
Gracias por la buena Información!
Perdona el gran retraso en enviarte una señal de vida, pero mi ordenador
ha estado atascado con correos los últimos meses y apenas ahora en la
tranquilidad del Altiplano guatemalteco me estoy recuperando un poco.
Aquí, casi a 3000 metros de altura, trabajan cuatro hermanos nuestros
salvatorianos en medio de una gente pobre, bondadosa, religiosa, con una
enorme emigración a los Estados Unidos (los mojados) y sobre todo
resistente! Un hermoso trabajo de animación de líderes y comunidades.
Gracias de nuevo por tu página, un buen servicio a nuestra causa
salvatoriana. Seguimos en contacto!
Un abrazo
Rodolfo