miércoles, enero 29, 2025

"Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec"...Salmo 110.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Miércoles 29 de Enero del 2025

Muchas veces hemos leído la Parábola del Sembrador en alguno de los tres evangelios que la recogen. Parece fácil comprender su primera parte, referida a los distintos terrenos en los que caen las semillas esparcidas por el protagonista. No lo es tanto cuando Jesús se refiere al misterio del Reino como de un don, dirigiendo la parábola a los que no lo han acogido o a los que lo han enterrado, asfixiándolo en su interior. Para percibir las señales del Reino tenemos que desaprender muchas cosas. Realizar una especie de borrado de imágenes acumuladas a lo largo del tiempo, grabadas en nuestra memoria. Imágenes que alteran el sentido de la vista perturbándolo. Así se lo hemos escuchado a Jesús en el Evangelio de hoy: para que por más que miren no vean. Nos suena como a una especie de acertijo que nos confunde. Tenemos saturados los sentidos y nuestra mente está repleta de imágenes, sonidos, ideas que se nos han ‘colado’ casi sin darnos cuenta, sin ser muy conscientes o siéndolo, como resultado de nuestro esfuerzo intelectual. Toda esta estructura mental altera nuestros sentidos y nos impide captar lo que tenemos delante. No sé si nos atreveríamos a realizar un borrado generalizado, incluso de aquel conocimiento que creemos poseer y del que podemos sentirnos más satisfechos. 

En el Evangelio tomado de Mc 4, 1-20 vemos que Jesús desde los inicios de su ministerio anunció la cercanía del Reino de Dios entre nosotros; y les hace entender qué la eficacia dependía de las condiciones del corazón de cada uno.

El texto del Evangelio, así nos lo narra: " En aquel tiempo Jesús se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: "Escuchad: Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento. decía: Quien tenga oídos para oír, que oiga.". Mc 4, 1-9

Ante la pregunta de sus discípulos sobre el significado de esa parábola Jesús les dice que para entender bien sus Palabras se debe estar libre de toda arrogancia y contemplación de sus cualidades, ya que estas conllevan a menospreciar a los demás. Y les recalca que  los que verdaderamente quieren acoger y seguir sus palabras deben profundizar en ellas y atesorar sus conclusiones en el corazón para así, ponerlas en práctica. 

Hermanos, esta parábola nos enseña a considerar la libertad y la capacidad de elegir o rechazar la Palabra de Dios, pues esta ha de ser aceptada con apertura y de manera generosa.

Preguntémonos: ¿Qué porcentaje produce en nosotros la Palabra que Dios siembra en nosotros? ¿Es nuestro corazón como el campo donde Dios planta la semilla de su Reino? ¿Qué nos está impidiendo que la palabra no tenga los efectos por Dios esperados? Recordemos que Dios nos da la fuerza necesaria para labrar la tierra y sembrar su semilla en tierra fetal y bien abonada donde su germinación y crecimiento será óptimo.

Señor, gracias por todas las personas que son buena tierra, en las que tu palabra crece y fructifica, ahonda y se multiplica. Ayúdanos a sembrar con una mano y ayudar, con la otra, a que las tierras se conviertan en fecundas. Danos generosidad para ser como el grano de trigo, dispuesto a enterrarse y a morir, para que la tierra del mundo dé los mejores frutos. 

 
posted by Laureano García Muentes at 4:28 a.m. | Permalink |


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