miércoles, julio 06, 2011
VEN DEJA TODO Y SIGUEME

Cada día me convenzo más de que la felicidad en el mundo no existe si Cristo no está presente en la vida. Solo en El hay luz y esperanzas de vida nueva.

Miren, conozco a personas que poseen todos los medios a su alcance, a personas pobres, de clase media, industriales, banqueros, obreros, en fin personas que realizan su vida en cualquier ámbito y según sus capacidades; pero lo particular es que todos al igual que nosotros, padecemos de esa misma enfermedad: Nos sentimos nulos cuando el dolor nos visita en nuestras familias, en los negocios y fundamentalmente en nuestro interior; y eso lo notamos cuando vivimos en carne propia los fracasos, la desesperanza, la angustia, el olvido, las tristezas, el odio, el rencor, la envidia, etc.

Si creemos y mantenemos una fe firme y reconfortada con Cristo, El hará que nuestras cargas sean ligeras, suaves y livianas. Y es que ello se evidencia a la luz de nuestros ojos.

Miren como es de admirable oír hoy a un joven muy cercano a uno de mis amigos que en una reunión familiar le decía, “lo he tenido todo en mi vida, nunca he probado la desdicha, porque mis padres han sido pudientes y con ciertas riquezas, ellos me han cumplido todos mis caprichos y deseos”.
Lo particular de ellos, es que nunca se había detenido a mirar su vida y a discernir con humildad, mirando a Cristo, que tanto la había hecho plena y tan feliz.

Me sentí preocupado por ello y con perspicacia me le acerqué y le invité a que detuviera su vida y mirara la realidad de su vida hoy; que lo hiciese experimentando lo que Dios quería de él.
Después de cierto tiempo se me acerco cierto día y me comento a cerca de su experiencia, y me decía: “De verdad, no había vivido una experiencia igual, he observado en otros lo que yo nunca he vivido. Hasta ahora me doy cuenta que yo viví para mí y fui un infeliz”. Y me seguía diciendo: “He decidido cambiar mi vida y seguir con ese cambio al que me ha llamado ese Cristo del que me hablas, siento que me llama constantemente y ahora viviré pensando en la muerte a mis caprichos y deseos”. ¡Lograré hacerlo y ser feliz!".

Me estremeció su ejemplo y como testimonio hoy se lo presento a ustedes, amigos lectores, porque siento de verdad la necesidad de decirles que: la cruz y felicidad son inseparables.
Me veo en la necesidad de anunciarles a todos que hoy en día se hace tan necesario levantar los ojos hacia la cruz de Cristo y meditar lo que ella significa para cada uno de nosotros y que nos enseña.
En la cruz Cristo pudo redimirnos invitándonos a forjar la vida hacia la plenitud. Él nos advierte que para lograrla debemos dejar a un lado la comodidad, todo dolor, todo egoísmo, toda envidia. Hay que dejar a un lado del camino los deseos y sueños mundanos de poder y la abundancia del dinero. Morir para renacer a la esperanza. Pasar de la muerte a nuestros sufrimientos y deseos, a una vida nueva llena de esperanzas.

Miren, son los pobres de corazón, los ricos, los afligidos, los pecadores, todos los hombres, los que reconociendo su fragilidad sienten la necesidad de Dios los que estamos llamados a ocupar un lugar en el Reino de Dios. Cristo nos muestra un especial afecto por quienes vivimos preocupados o angustiados de la dureza de la vida. A su lado encontramos apoyo, alivio y descanso.

Con la cruz, Cristo nos ofrece esa fuerza para poder perseverar en una entrega total, porque ella es símbolo del amor de Dios por cada uno de nosotros. Él quiere que avancemos en la vida en medio de la lucha, de los dolores, de las caídas, de los sin sabores. Y nos demuestra que cuanto más a uno le cuesta realizarla, más tarde que nunca se ve recompensado con la felicidad.

Recordemos que Cristo escogió la cruz, el dolor, la humillación, el sufrimiento, la privación como programa de vida.

SEÑOR, ALIMENTANOS Y AUMENTANOS LA FE Y LA ESPERANZA PARA HACER LO QUE TU QUIERES DE NOSOTROS.
 
posted by Laureano García Muentes at 7:59 a.m. | Permalink |


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