viernes, julio 01, 2011
LA PALABRA DE DIOS ES FUERZA Y ALIMENTO DE TODO AQUEL QUE LE AMA

Los invito hoy a que leamos y reflexionemos cuidadosamente la Palabra de Dios y sintamos esa fuerza que nos impulsa y nos alienta para seguir adelante, sintiéndonos amados por El.

Miren, San Juan nos dice en el fragmento de su primera carta Cap. 4.7-21 que “Dios es amor y que aquel que dice amar a Dios pero no ama a su hermano es un mentiroso”. También leemos allí, que “Dios es amor y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él” lo que nos recuerda mucho algunos segmentos del amplio discurso eucarístico de Jesús en Cafarnaúm, precisamente del Evangelio de Juan (Juan 6, 22 – 59): “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?" Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Dios nos manifiesta la plenitud del amor, plenitud que tenemos en nuestros corazones y que hay que manifestar a todo aquel que está cerca de nosotros o nuestro lado. A esa persona que convive con nosotros, que trabaja junto a nosotros, que nos ayuda a que vivamos en familia o comunidad, a ese que trabaja por nosotros, el que sufre por nosotros y sobre todo aquel que le hemos olvidado y odiado por no ser como nosotros.

Miren, la señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él.

En el amor no hay lugar para el temor. Al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor.

Nosotros amamos porque Dios nos amó primero. El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?

Este es el mandamiento que hemos recibido de él. El que ama a Dios debe amar también a su hermano. Leamos: La Primera carta de San Juan 4, 7-21, reflexionémosla y saquemos nuestras propias conclusiones.


SEÑOR, TU ERES AMOR. ENSÉÑANOS A AMAR A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES POR IGUAL A PESAR DE QUE NO SEAN COMO NOSOTROS, TU ESTAS EN ELLOS TAMBIEN Y COMO TU, ELLOS TAMBIEN TE AMAN Y NOS AMAN.
 
posted by Laureano García Muentes at 6:51 a.m. | Permalink |


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