"Que en sus días florezca la justicia, y la abunde eternamente"...Salmo 72
REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY
Martes 3 de Diciembre del 2024
En el Evangelio de hoy tomado de Lc 10, 21-24, Jesús le revela a los setenta y dos discípulos el gozo que sentía en su corazón cuando ellos le contaron el éxito que habían obtenido en la misión apostólica, y más, porque habían hecho muchos milagros.
Dice el texto del Evangelio que: "Jesús estremecido de gozo y movido por el Espíritu Santo dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”. Lc 10, 21-24.
Jesús en su oración de gratitud al Padre-Dios, menciona a los sabios y entendidos refiriéndose a los Escribas y Fariseos que se consideraban intérpretes de la ley. Cuando habla de los pequeños se refiere a sus discípulos porque fueron elegidos, no dentro de los doctores de la ley sino de entre la gente del pueblo y que no tienen intención alguna de hacer daño.
Jesús les pide a sus discípulos que sean humildes y sencillos despojados de toda vanagloria, siendo dignos del Señor.
Pidámosle al Señor que nos envíe su Espíritu Santo para poder ver también lo que los discípulos vieron y con sencillez y humildad salgamos a mostrar al mundo que Él es el Rey de Reyes, el Verdadero Camino para alcanzar la gloria del cielo.
Señor, Con la alegría tuya nos recuerdas dónde debe residir nuestro gozo. En un mundo donde la felicidad a menudo se busca en lo material o en el éxito personal, este pasaje de hoy nos llama a encontrar nuestra alegría en nuestra relación con Dios y en el servicio a los demás. Esto significa que es necesario abordar nuestras tareas y responsabilidades no como una carga, sino como una fuente de alegría espiritual.