miércoles, enero 24, 2024

"Le mantendré eternamente mi favor"... Salmo 89.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Miércoles 24 de Enero del 2024

INTRODUCCION:

Jesús nos invita hoy a mirarnos por dentro: a dar las gracias por nuestro terreno bueno y a seguir trabajando sobre los terrenos que todavía no son buenos. Preguntémonos si nuestro corazón está abierto a acoger con fe la semilla de la Palabra de Dios. Preguntémonos si nuestras piedras de la pereza son todavía numerosas y grandes; individuemos y llamemos por nombre a las zarzas de los vicios. Encontremos el valor de hacer una buena recuperación del suelo, una bonita recuperación de nuestro corazón, llevando al Señor en la Confesión y en la oración nuestras piedras y nuestras zarzas. Haciendo así, Jesús, buen sembrador, estará feliz de cumplir un trabajo adicional: purificar nuestro corazón, quitando las piedras y espinas que asfixian la Palabra. S.S Papa Francisco. 

En el Evangelio de hoy tomado de Mc 4, 1-20 Jesús le habla a la multitud que le seguía sobre la Eficacia de la Palabra de Dios, pues ella depende de las condiciones del corazón donde caiga. 

Y para hacerlo más entendible utiliza la Parábola del Sembrador que sale a sembrar. 

Dice el texto del Evangelio que: "Jesús comenzó a enseñar a orillas del mar y una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. Él les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: “¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra, y brotó enseguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; éstas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno”. Y decía: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!” Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de Él junto con los Doce le preguntaban por el sentido de las parábolas. Y Jesús les decía: “A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón”. Jesús les dijo: “¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás? El sembrador siembra la Palabra. Los que están al borde del camino son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos. Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen enseguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.”. Mc 4, 1-10

Jesús no tenía lugares exclusivos para enseñarle a la gente. Como hoy lo notamos, utilizó la orilla del mar de Galilea. Él hoy les da a conocer una parábola muy diciente y muy importante en cual, nos dice que para comprenderle lo que dice, debemos estar prestos libres de toda arrogancia, vanidad e intereses, pues así, no podremos entender lo que nos quiere decir, pues nos cerramos en esas seguridades.

Él nos habla de ciertas características de asertividad por nuestra parte. El borde del camino, en lugar pedregoso donde deambulan los problemas, los abrojos o malezas que nos envuelven la vida y la tierra buena, excelente y bien preparada.

Esta parábola retrata nuestra vida y por ello, Jesús nos recalca al final: "¿Tenemos oídos para oír?,  ¿Estamos dispuestos a escuchar?". Él nos pide que hagamos todos los esfuerzos posibles para entender a fondo su mensaje. 

Hermanos, en la vida muchas veces nuestros corazones se endurecen tanto que se van poco a poco convirtiendo en piedras. Nos hacemos difíciles que impedimos que Dios entre a nosotros y no permitirnos que nadie se nos acerque y nos toque,  pues nos sentimos cómodos donde estamos. Y así, nos convertimos en espinas. 

Miren: Hoy Jesús toca nuestros corazones y nos pide cambiar y convertirnos en personas abiertas y dispuestas a recibir y dejar entrar el mensaje de la esperanza. 

Preguntémonos: ¿Qué clase de terreno somos?, ¿Recibes bien el mensaje de la Buena Nueva?. 

Señor, ayúdanos a escucharte, a aceptar tu Palabra, a configurar nuestras vidas con ella. Concédenos ser una tierra buena que produzca fruto abundante por saber acoger y trasmitir tu gracia.

 
posted by Laureano García Muentes at 4:48 a.m. | Permalink |


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