Las fiestas
cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un
deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida
de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió
Pentecostés y, con el tiempo, otras más.
Los
misioneros, al evangelizar, fueron introduciendo las fiestas cristianas
tratando de dar un sentido diferente a las fiestas paganas del pueblo en el que
se encontraban. Podemos compararlo con una persona que recibe un regalo con una
envoltura bonita, la cual guarda y utiliza posteriormente para envolver y dar
otro regalo. La Iglesia tomó de algunas fiestas paganas las formas externas y
les dio un contenido nuevo, el verdadero sentido cristiano.
La primera
fiesta que se celebró fue la del domingo. Después, con la Pascua como única
fiesta anual, se decidió festejar el nacimiento de Cristo en el solsticio de
invierno, día en que numerosos pueblos paganos celebraban el renacimiento del
sol. En lugar de festejar al “Sol de Justicia”, se festeja al Dios Creador.
Así, poco a poco, se fue conformando el Año litúrgico con una serie de fiestas
solemnes, alegres, de reflexión o de penitencia.
La liturgia
es la manera de celebrar nuestra fe. No solo tenemos fe y vivimos de acuerdo
con ella, sino que la celebramos con acciones de culto en las que manifestamos,
comunitaria y públicamente, nuestra adoración a Jesucristo, presente con
nosotros en la Iglesia. Al vivir la liturgia, nos enriquecemos de los dones que
proceden de la acción redentora de Dios.
La liturgia
es el conjunto de signos sensibles, eficaces, de la santificación y del culto a
la Iglesia. Es el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la
celebración sacramental.
Liturgia
viene del griego leitourgia, que quiere decir servicio público, generalmente
ofrecido por un individuo a la comunidad.
El Concilio
Vaticano II en la “Constitución sobre la Liturgia” nos dice:
“La liturgia
es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles
significan y cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre y así
el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el
culto público íntegro".
La liturgia
es la acción sagrada por excelencia, ninguna oración o acción humana la puede igualar
por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. Es
la fuente de donde mana toda la fuerza de la Iglesia. Es la fuente primaria y
necesaria de donde deben beber todos los fieles el espíritu cristiano. La
liturgia invita a hacer un compromiso transformador de la vida, realizar el
Reino de Dios. La Iglesia se santifica a través de ella y debe existir en la
liturgia por parte de los fieles, una participación plena, consciente y activa.
Fuente:
Catholic.net