Son muchas las veces que nos hemos sentido atrapados en un mundo egocéntrico que nos aferra tanto dentro de él, que vamos ignorando todo
lo que sucede a nuestro alrededor.
Sí, nos hemos ido envolviendo en ello de tal manera, que olvidamos
de amar a los demás como nuestro Dios nos lo pide y enseña.
Odiamos, mentimos, entramos en bajezas y tratamos a nuestros
hermanos como si fuesen inferiores a nosotros. Pareciera que el mundo se está
olvidando de Dios y nos adentramos en una total apatía.
Advertimos que lo contrario del amor no es el odio... Es la
apatía…Y la apatía es ignorar las necesidades, no preocuparse, no hacer nada
cuando hay algo que podemos hacer para aliviar el sufrimiento. La
apatía no es natural. Hemos nacido para amar.
La apatía se inicia cuando hay vacíos en nuestras
vidas que causan un sentimiento de insatisfacción continua: los huecos
vacíos, adoloridos, solitarios y miedos que indican que algo falta.
Lo que falta es amor. Las personas que deben
preocuparse por nosotros a veces no nos dan todo el amor que necesitamos.
Incluso aquellos que nos aman, en su mayoría no pueden darnos todo lo que
necesitamos. Y están los que rechazan totalmente su vocación de cuidar de
nosotros; nos tratan con apatía.
Nadie nos puede amar completamente en la forma en que
necesitamos su amor. Así que, nos adormecernos a nosotros mismos y nos volvemos
apáticos hacia los demás, o nos decidimos a confiar más plenamente en
Dios, que es amor y que nunca es apático hacia nosotros.
Los vacíos adoloridos que sentimos, son muestran que aún no
le hemos dado a Dios toda nuestra atención.
Cuando el amor de Dios no nos está llenando, tratamos
automáticamente de llenar esos vacíos con ira, cinismo, ocupaciones, relaciones
co-dependientes, comiendo en exceso, excediéndonos en compras, bebidas o drogas
que nos anestesian, o elogios que nos elevan el autoestima.
Ah, realmente no hay tal cosa como un vacío, siempre seguirá
allí. Un vacío succiona todo lo que le pongamos para tapar el
agujero. Llenamos nuestras áreas vacías con las cosas, las personas y las
actividades que no son de Dios. Esto causa apatía, ya que evita el flujo
de salida de amor y al mismo tiempo nos hace miserables, porque nunca nos trae
suficiente amor.
Jesús dice que debemos amar a nuestro prójimo como a
nosotros mismos y que cada persona que encontramos es un vecino. ¿Por qué?
Debido a que al cuidar de los otros eso nos mueve del egocentrismo a la
"Llenura-de-Dios." Al dar amor, Dios se apresura y nos llena los
lugares vacíos con su propia presencia.
Nosotros no fuimos diseñados para ser egoístas. Somos
hechos a imagen de Dios, nos sentimos felices cuando nos unimos a su amor. Alegría
y satisfacción vienen de amar activamente a todos: A Dios, a los demás y a
nosotros mismos.
SEÑOR, LLENANOS DE
VALOR Y DANOS LA FUERZA PARA RECHAZAR ESE ADORMECIMIENTO DE DAR AMOR A LOS
DEMAS.