Hace
varios días, una muchacha joven se me aproximo para preguntarme sobre la manera
más certera que debería emplear para acercarse a Dios. La note preocupada y
algo desesperada por alguna situación que le ocurría.
Le
pregunte su nombre y si ella creía en Jesús. A lo que me respondió muy dispuesta.
Me llamo María José y soy cristiana.
Sin
mediar palabra alguna a cerca de su vida, le explique en pocas palabras lo que
le había sucedido a Jesús en su época, cuando
andando por las calles de Judea, iba anunciando la Buena Nueva entre la gente
que le seguía.
Le
dije, ¿sabes una cosa? Hoy tú estás haciendo algo muy importante: Recurrir a
alguien para pedir una idea y así, orientar tus oraciones a Dios. Eso mismo le sucedió
también a Jesús.
Ella
quedo un poco desconcertada por lo que le decía.
Le
dije, si, figúrate, A Él se le acercaron unos judíos y fariseos quienes le seguían
para notar como se comportaba entre la gente y tener así base para señalarlo
con acusaciones ante las autoridades. Le pidieron señales o signos para poder “creer
y considerarlo como el Enviado de Dios”. Y con mucha autoridad Jesús le respondió,
pidiéndoles que recordaran lo que le sucedió a Jonás, quien tuvo dudas en entender
lo que Dios le pedía. Eso lo puedes encontrar en las Santas Escrituras. Te
invito a que leas el Evangelio de San Mateo Cap. 12, 38-42.
Continuando
le dije: Mira María José, muchas son las veces que le pedimos a Dios que obre
sobre nosotros y le presentamos listas de necesidades y de nuestras peticiones
urgentes. Y algunas de ellas, se las pedimos con mucha insistencia y hasta le exigimos
que siempre actúe con más prontitud. Lo consideramos como un mago o alguien que
solo esta, para escuchar y realizar todos nuestros gustos. Y nos equivocamos
quienes pensamos así.
Dios
escucha y se manifiesta a su tiempo y no al tiempo de nuestras conveniencias.
El se manifiesta en pequeñas cosas, en los detalles sencillos, en lo cotidiano,
en la familia, en el trabajo, en los amigos que se acercan a nosotros, en el
ocaso y en el despertar de cada día, por eso y por tantas cosas que vemos y
sentimos, debemos darle gracias a Él.
Para
que ello lo veamos con nuestros propios ojos tenemos que tener una fe firme que
nos lleve a descubrir y reconocer la presencia viva y actuante de Dios entre
nosotros. Recuerda que Dios se hizo hombre, vivió y murió por nosotros. Su resurrección
es la prueba mas contundente de que tiene todo el poder y el deseo de redimirlo
todo e incluso las peores situaciones que vivimos y en las que nos encontramos.
Cuando
ores evita las distracciones y pídele al Espíritu Santo su intercesión para que
te ayude a sanar tu alma y para escuchar muy cerca y de manera clara su
Palabra. Pídele como si estuvieses frente a frente con El y de manera sincera,
dile que le amas y que deseas ser diferente.
No
te desesperes ante esas peticiones que te son urgentes, ni tampoco pienses que ese, tu pedido, a Él no le interesa. No
te frustres, ni te preocupes, no te enojes. Tenemos que aprender cada día más
de Dios.
A veces
nos equivocamos y creemos que no hará nada por nosotros. El es todo amor. Figúrate,
tanto nos ama, que resucito a Jesús de entre los muertos para que pudiéramos ir
con El a su lado al cielo. ¡Así que animo María José y hecha para adelante!
Solo te pido una cosa: Piensa todo lo que hoy sientes cuando estés orando a Dios,
no dudes en entregarlo todo en sus manos.
¿Cómo
te sientes ahora? ¿Has encontrado respuesta a lo que me cuestionaste? Ten
siempre presente que la Palabra de Dios nos llama a escucharla y poner en práctica
el mensaje que nos regala Jesús cada día y allí veremos los frutos abundantes
que nos dará. Hoy te pido que seas constante y siembres la Palabra de Dios en
tu corazón.
María
José quedo muy contenta con mis palabras y sentándonos en una banca, dialogamos
algunas cosas que le estaban sucediendo. Al despedirse, le dio gracias a Dios
por haberme encontrado en su caminar.
SEÑOR, HAZNOS TESTIGOS DE LA FE QUE HAS
SEMBRADO EN NUESTROS CORAZONES, AMANDO DE VERDAD A TODOS AQUELLOS QUE
NECESITAN.