jueves, octubre 17, 2013
COMO NECESITAMOS PERDONAR Y SER PERDONADOS
Hace unos días sentí en mi corazón la fuerza que me regalaba el Espíritu Santo para dar un paso muy importante en mi vida: perdonar a mi hermano. Y me preguntaba: ¿Seré yo seré capaz de perdonar después de sentirme herido en mi corazón; al punto, de quebrar la hermandad que tanto labraron mis padres entre nosotros? Sinceramente, ¡Lo vi imposible!


Tome entonces la decisión de entrar en oración; y como si me acercara a Dios lentamente y le susurrase a su oído, le dije: ¡Señor, ayúdame y sáname, ábreme las compuertas de mi corazón y como si me llevaras en tus manos, emprendamos un viaje hacia ese momento grandioso que daría al traste con la plenitud de mi ser. Ven conmigo y acompáñame día a día, hora a hora, minuto a minuto, en esta contienda que tú me señalas; y que como tú lo has ordenado, es necesario afirmar con seguridad y mucha firmeza. Quiero ser libre y continuar a tu lado siendo un fiel seguidor de tu proyecto de vida!


Llego pues el momento para empezar a trabajar en esta  gran hazaña  La noche de un jueves en el que junto a mis hijos decidimos entrar en fuerte oración. Fijamos como parte inicial una oración familiar. La hora escogida fue las 19:00 horas. La consigna era el detenernos por un espacio de tiempo de nuestras actividades rutinarias y celebrar juntos y a la distancia, un encuentro oracional. La meditación y  la lectura de la Palabra de Dios fue la clave fundamental de este momento.  Las intensiones se basaron en las fuerzas y fortalezas que el Espíritu Santo nos concediera para que me ayudara y me impulsara  en la decisión de atravesar el mar de las dificultades y  ya, en la otra orilla, con los brazos abajo y sin llevar consigo los rencores y los odios; fuera signo de paz y unidad fraternal al lado de mis hermanos.


¡Y así sucedió! Dios hizo lo que era para mí un imposible. Me condujo por los senderos que el escogió llevándome en sus manos su amor sin recelo  y colocándole delante de mí y de manera desarmada, emprendí el viaje de lo que creí imposible.

No lo podía comprender. Que experiencia sublime. De verdad, cuanto necesitamos perdonar y ser perdonados.


Envíe un mensaje de texto por mi celular a mi hermano y le escribí: Hola, mis saludos. Deseo verte. Y me respondió: Hola es una sorpresa agradable. Cuando quieras nos vemos. Cuadramos entonces la visita: cuatro de la tarde del día siguiente. Lugar: su apartamento.


¡Qué encuentro tan espectacular! La puerta de su apartamento abierta y ambos dichosos y dispuestos a abrazarnos y besarnos. Así, con esas emociones abrigadas de esperanzas, nos sentamos en la terraza del apartamento y sin saber por dónde comenzar la charla, nos fuimos metiendo en los sucesos ocurridos en nuestras dos familias durante el tiempo de nuestra separación y apreciamos los avances tenidos y los altibajos que nos rodearon.
Estas son las cosas que Dios nos regala y que tanto nos hacen creer mas en El y crecer como testigos fieles de su Reino.


De verdad, como necesitamos perdonar. ¡Si!, así ha de ser la actitud cuando tomamos el camino que nos lleva a la búsqueda del perdón. Es notar como amamos y nos sentimos que somos discípulos de Jesús Maestro y que junto a Él, vamos aprendiendo y reconociéndolo al partir con nosotros el Pan de la vida . Porque en el perdonar se logra la esencia del amor.


Cuando tomamos la iniciativa de perdonar, notamos como el Señor llena de su amor todas nuestras incapacidades y dudas: y  como un gran Padre bondadoso y misericordioso, nos impulsa y nos regala su Espíritu para guiarnos y acompañarnos en cada uno de los pasos que demos. Nos brinda compañía y nos enseña a que aceptemos y comprendamos que somos unos pecadores que se han equivocado al tomar sus propias decisiones frente a Él y a los que han estado junto a nosotros a través de los tiempos.


Y es que perdonar es nuestra tarea la que debemos hacer visible en cada una de nuestras oraciones diarias, hasta sentirnos libres de todo resentimiento y heridas.


Muchas son las veces, como me pasó a mí, de ver muy remota e imposible la decisión de perdonar, pero al sentir y ver con nuestros propios ojos estas realidades notamos, que en estas cosas para Dios no hay  nada imposible.


Cuando nos colocamos en su presencia y depositamos en sus manos nuestras preocupaciones y errores, Él, que tanto nos ama como Buen Padre, abre su corazón, nos impulsa y va sanando las heridas que han hecho daño en nuestro ser, por ser  orgullosos y  faltos de tolerancia.



Este primer paso es el inicio de una carrera que llena de esperanzas. Por ello, ruego a Dios me impulse y me llene de fuerzas para ir avanzando por el camino que su amor me lo inspire.
 
posted by Laureano García Muentes at 5:39 a.m. | Permalink |


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