Quiero
invitarles a que gravemos en lo más profundo de nuestro corazón esta frase: ¡Creemos
en ti, Señor; auméntanos la fe! y la repitamos constantemente en nuestro
interior en todos los momentos y lugares donde nos encontremos.
Hagamos
de esta frase un punto de apoyo de nuestra palanca que servirá para mover a
muchos hombres y mujeres a que conozcan y
amen al Único Dios Verdadero y a su Enviado Jesucristo, el Salvador; invitándoles a
cambiar de vida y a caminar sin miedo con decisiones firmes y ser capaces de levantar a muchos
para llevarles a la perfección de su ser y a que alcancen su salvación.
Si
tenemos la fe como punto de apoyo, la esperanza como la barra que sostiene y la
oración en el extremo opuesto, con seguridad y certeza vamos a ir y a caminar por
el mundo como discípulos misioneros del Maestro, pregonaremos y testimoniaremos
con nuestras vidas que el Reino de Dios está entre nosotros; y, veremos con
nuestros propios ojos, que serán muchos los que conociendo nuestros esfuerzos,
sacrificios y lealtad, se levanten de sus letargos y nos sigan.
El
conocimiento de la Palabra y la oración constante y sincera con el Padre-Dios nos
llena de confianza para conseguir lo que queramos. Solo basta de nosotros esa
pequeña fuerza: La entrega incondicional al servicio por el Reino para obtener
lo que deseamos.
Hagamos
pues de nuestra oración un instrumento eficaz, una espada de dos filos que
penetra en el corazón. Por ello es necesario orar centrados en la promesa que Jesús
nos propuso: “Pedid y recibiréis, llamad
y se os abrirá, buscáis y hallareis”. “ El que pide recibe, al que llama se le
abre, el que busca, encuentra” Esa verdad revelada, es la fuente de la que
brota la confianza de que Dios nos concede lo que le pedimos. Porque es Él,
quien así lo prometió.
Si
nuestra confianza es frágil, sin fuerza y limitada, a pesar de todos los
esfuerzos que hagamos para pedir a Dios, estos, se diluyeran de un momento a
otro y por falta fe como fuerza imprescindible, caerán precipitadamente por su
peso y desde la altura que hayamos logrado.
Cuando
dejamos de orar y nos dejamos convencer por las distracciones del mundo, el
cansancio y la desconfianza de ser escuchado por Dios, las peticiones que
hacemos no llegan al oído de Dios. Su promesa es clara: “Todo lo que pidáis con fe, sin vacilar, se concederá” San Agustin refiriéndose
a la oración decía: “La oración es la fuerza del hombre y es la debilidad de
Dios”.
Pidamos
hoy al Señor con fe y disposición firme que somos capaces de hacer su voluntad
y repetir esas frases que Jesús pronuncio en el Getsemaní durante su agonía: “Padre,
si es posible, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la
tuya”.
Recordemos
que para orar hemos de buscar a Dios y ponernos en contacto con El;
encontrarnos con El, acercarnos a Él. Es llamar a Dios y responderle con sinceridad, seguridad, libertad y
desprendimiento. La oración es el medio por el cual dialogamos con Dios nuestro
Padre Celestial.
SEÑOR, LLÉNANOS DE
CONFIANZA PARA NO DUDAR DE TI, TU ERES NUESTRO DIOS Y DADOR DE VIDA NUEVA.