“Quisiera
hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta en todas
las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la única
gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz! Es el grito que dice con
fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz,
queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos,
estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don
demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado…
Por esto, hermanos
y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7 de
septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de
ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero…”