La verdad nos hace libres y la
mentira nos convierte en esclavos, porque perdemos la percepción positiva y
enaltecedora del que no tiene nada que ocultar ni de que ocultarse. Así como la
verdad es una sola y representa eventos, sentimientos, situaciones ciertas y
nacidas de la espontaneidad, la mentira tiene mil facetas, puede utilizar
muchas caras y nace de sentimientos que no responden a la realidad de los
hechos.
Al mentir, vemos como se
distorsiona o niega la conciencia a la realidad, el ser interno que es la casa
del Espíritu Santo, siente que esto es contrario a su propia esencia divina e
independiente de su actitud y apariencia externa, se siente culpable.
La culpabilidad perturba la
espiritualidad, alimenta el sentimiento angustioso que se manifiesta en la
inquietud de enfrentar o tener que lidiar con los eventos o hechos que son
verdaderos y por tanto, de una fuerza arrolladora.
La angustia al no sentirse
conforme consigo mismo, no obstante que no es percibida en el exterior del individuo,
tiene el grave problema que no se puede desterrar porque vive dentro de la
persona misma, sin que exista otra solución que no sea la de corregir y… decir
la verdad.
Para enmendar se requiere
integridad y nobleza, pero como el que miente carece de esas virtudes, los
sentimientos negativos internos, tocan su intelectualidad y terminan creándole
estados neuróticos productores de estrés que, al final, afectan su salud
integral.
La mentira es una violencia
contra nuestra propia esencia y sagrada individualidad, porque involucra no
actuar como nos corresponde… como deberíamos ser. Al mentir promovemos que
nuestros hermanos nos juzguen y de tal manera transgredan el mandamiento de no
juzgar.
La mentira voluntaria y a
conciencia, distorsionando o enmascarando la realidad de los hechos, al engañar
a los demás, nos engañamos a nosotros mismos y eso nos obstaculiza ser felices.
Los efectos de mentir suelen
ser graves y acumulativos, especialmente para nosotros mismos al generar
estados neuróticos de diversa índole.
En ese mundo interno, donde no
podemos engañarnos, sentimos que somos menos nosotros mismos, traicionando
principios fundamentales para el buen vivir.
El no poder mirar frente a
frente a quienes mentimos, el estar siempre acomodando las actuaciones a la
escena preparada de la mentira, nos hace sentirnos incapaces de afrontar la
realidad y eso afecta gravemente nuestra autoestima.
La mentira juega en nuestra
contra. Es factor perturbador de la necesaria salud mental y física, pero
además logra que los demás pierdan su consideración, fe y confianza en
nosotros.
La mentira es enfermedad
soportable, pero es una patología que al producir efectos nocivos a los demás,
también nos daña integralmente, por lo cual es anti-natural promoverla, porque
no fuimos diseñados para la enfermedad sino para la salud, cual es una
condición indispensable para ser… felices.
La mentira es contraria al
amor, porque Dios es amor y verdad; como consecuencia, al mentir se transgrede
esa fuerza intangible que une a la humanidad representada por el AMOR DE
DIOS.