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Y coherencia es conexión, relación
o unión entre la fe y la vida. Entre lo que creemos y la manera como vivimos lo
cotidiano. Si ello lo logramos, alcanzaremos la santidad a la que nos llama
Dios.
Cuando sostenemos con
nuestras obras lo que creemos y afirmamos estamos siendo coherentes.
Y es que la coherencia la
acogemos y llevamos en el corazón, manifestándola siempre en la vida diaria y
en el lugar donde nos encontremos; no solo cuando todo nos sale bien sino también
cuando estamos sometidos a las pruebas de las dificultades y la tribulación.
Dios nos llama a ser
santos experimentando las múltiples dificultades, ante la fragilidad, la débil humana
y la voluntad inclinada a hacer el mal, ante los hábitos y vicios.
San Pablo en una de sus
cartas reconoce a si mismo esas debilidades humanas a las que estamos
enfrentados, cuando dice: “al pecado que habita en mi”. Y es una razón verdadera.
El pecado y su huella nos llevan a experimentar y a sufrir, tratando de
separarnos de lo fundamental que es vivir la coherencia de la fe y una vida
ejemplar.
Cuantas veces encontramos
dificultad por optar llevar una vida cristiana acorde a los signos actuales de
la cultura en que vivimos. Ese reto ambiental es una fortaleza para quienes de
verdad queremos mostrar a Cristo vivo en todas partes. Con madurez tenemos que
revitalizarnos en la fe.
Muchas son las
dificultades que tenemos que afrontar para vivir la fe con coherencia y ello no
significa que tenemos que abrumarnos y desalentarnos. Tenemos que levantar
nuestras cabezas y seguir el camino, viviendo con humildad y sencillez esta
verdad; y a partir de allí, buscar reducir lo que nos distancia la mente y el corazón,
nutriendo la fe con palabras y obras. Y así, con todas las fuerzas que nos
vienen del Señor y el apoyo de los que están en nuestro entorno, vayámonos
acercando cada vez más al horizonte de la plena coherencia que descubrimos en
el Salvador.
Recordemos: Estamos
llamados a ser Apóstol de Cristo en todo medio y lugar, desde mi propio estado
de vida y con la gran misión de anunciar el Evangelio y la reconciliación que
El nos ha traído.
SEÑOR,
DANOS TUS FUERZAS Y GRACIAS PARA VIVIR CADA DIA CON COHERENCIA NUESTRA VIDA Y
SER VERDADEROS ANUNCIADORES DE TU PALABRA.