“Porque
el amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos,
entonces todos han muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no
vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.
2Cor.5,
14-15
La celebración de la Semana Santa nos ofrece la ocasión preciosa
para meditar y medir nuestra relación entre la fe y la caridad, entre creer
en Dios y el amor que nos abre al camino de entrega a los demás.
Quienes optamos en seguir a Jesús, sentimos en lo más profundo del
corazón que vamos siendo conquistados y movidos por el amor de Dios que se va abriendo
cada vez mas de manera profunda y concreta en nosotros, haciendonos sentir el amor
por los pobre y los más necesitados a ejemplo de El.
Y es que su amor por todos, nace, crece y se multiplica ante toda
circunstancia, siempre y cuando tengamos conciencia de que Él, nos ama, nos
perdona y se entrega a sí mismo en la cruz para conquistarnos y amarnos sin excepción
y sin importarle raza, religión o clases sociales.
Todos los cristianos estamos comprometidos y responsabilizados de
responder a Dios por su amor. Nuestra ardor en el seguirle y nuestra
profundidad en la fe nos ha de permitir acoger llenos de estupor y gratitud la
iniciativa divina que nos precede y reclama una luminosa amistad con Él llena
de profundo amor.
Estamos pues invitados a un constante subir al monte del encuentro
con Dios, para bajar de él, trayendo consigo el amor y la fuerza que de este se
derivan.
Abrirnos al amor de Dios significa dejar que Él viva en nosotros, nos
llene de su amor y le amemos cada vez más; a ser como Él, amando sin
condiciones a todos los que nos rodean y comparten con nosotros la vida.
Cuando conocemos su camino y verdad; y nos adherimos a ella,
entramos en amistad intima con Él. Acrecentamos nuestra fe y acogemos el
mandamiento que nos invita a amarle sin condiciones y hacer vida su amor entre
el prójimo como nos amamos nosotros mismos.
Que estos días santos nos ayude a alimentar la fe a través de la
escucha mas atenta y prolongada de la Palabra y a que participemos con decisión
en los sacramentos, los que nos alimentan e invitan a vivir una vida cristiana
acorde a sus mandatos.
SEÑOR, TU
MUERTE EN CRUZ VENCIÓ LA MUERTE. HOY TE PROCLAMAMOS COMO EL SALVADOR QUE NOS
INVITA RENOVAR Y CAMBIAR LA VIDA QUE LLEVAMOS JUNTO A TU RESURRECCIÓN.