Es preciso que nosotros,
como cristianos, intentemos penetrar en el Misterio de Dios y sepamos agradecerle
su ayuda amorosa y constante. Debemos atenderlo en el fondo de nuestro corazón,
y saber responderles con nuestro amor y con nuestras obras.
Su Espíritu Santo
"el Confortador" nos conforta, nos consuela, nos llena de fortaleza
para resistir la tentación del pecado y del abandono, de la debilidad y del
miedo a continuar.. Nos ayuda y nos guía con sus fuerzas a seguir en el camino
hacia Dios. El nos defiende en la lucha contra el enemigo y es él, quien nos inspira y nos enseña en el camino de
la vida interior.
San Pablo en la carta dirigida a los romanos Cap. 8, 26 nos precisa: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”.
Es algo maravilloso ser conscientes de esto: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Miren, si ayuda, ¿por qué no nos confiamos a él? Si ayuda, ¿por qué no le pedimos? Si ayuda, ¿por qué no descansamos en él, en vez de querer sacar fuerzas de nuestros medios humanos?
Los medios humanos no son despreciables, sino imprescindibles para todo. Pero tienen una medida, un peso, un contenido.
No podemos creernos súper potentes; no podemos creer que somos capaces de resolver y entender todo, lo divino y lo humano. No podemos pensar que la oración, el trato con Dios se realiza sólo a base de esfuerzo personal: es preciso ponerlo, ¡claro que sí!, pero conscientes de que, sin la ayuda del Espíritu Santo, nada podemos.
Y, si lo invocamos, si creemos en él y en su ayuda, tenemos que pensar en el Espíritu Santo que reza "en nosotros".
Es tan grande el
misterio, que quizás nosotros sólo lo recordamos como algo extraordinario: las
lenguas de fuego en el Cenáculo; los Apóstoles, entendiéndose en diversas
lenguas; la frase evangélica en que se dice que no se preparen para defenderse,
que ya el Espíritu pondrá palabras en sus labios..
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Creamos en la tercera Persona de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo que ha sido llamado por algunos autores "el gran desconocido". Porque, realmente, es la tercera persona de la Santísima Trinidad que nos ayuda a ser hombres nuevos y capaces de anunciar el Reino de Dios en todo tiempo y lugar donde estemos.
GRACIAS SEÑOR JESÚS, POR DEJARNOS TU ESPÍRITU SANTO
CONSOLADOR Y DADOR DE VIDA ENTRE NOSOTROS, SIN ÉL, NUESTRAS ALMAS SUCUMBEN EN
EL ABISMO DEL PECADO Y PIERDEN FUERZA PARA SEGUIRTE.