Cuando
nos incorporamos entre la gente y sobre todos en aquellas familias que
necesitan y esperan de nosotros, aquellos a quienes la sociedad y la clase política
le han venido negando el derecho fundamental a la vida y a la convivencia; sentimos
y palpamos su gran aspiración natural de querer ser felices.
Pero la felicidad es como nuestra propia sombra, la vemos, la seguimos pero nunca la alcanzamos ni la sobrepasamos. Es cuestión de saborear, agradecer y valorar lo que tenemos sin dejarnos llevar por ese espíritu calculador.
Necesitamos
pues, asimilar y asumir nuestras propias limitaciones conformándonos con lo que
tenemos, así tengamos lo mínimo para vivir. Es olvidarnos de nosotros mismos
para pensar en las necesidades de los demás.
Y
me salta a la mente esta gran preocupación: ¿Será que quienes optamos en seguir
los caminos de Jesús, nos estamos olvidando de servir a los demás y nos hemos
estado metiendo en la dinámica del mundo?
No
podemos permitir que nuestros pensamientos tomen rumbos diferentes donde
nuestras relaciones con los demás estén sometidas a las cotizaciones y a la
espera de un buen postor para que podamos recibir algo material a cambio de
nuestro servicio.
El
servir a otros tiene un poder imaginable y quien lo practica influye en quienes
lo reciben. Cuando servimos, vemos como ellos nos aman, nos valoran y se
atreven a saber quienes somos y para quien estamos ejercitando este servicio. Y
sin condición, vamos a ver como ellos nos abren sus corazones conscientes de
nuestras obras y de nuestros afanes por darles una mejor calidad de vida. Pierden
el miedo y se deciden en brindar sus alegrías y sonrisas como muestra de
gratitud por haberles encausado sus vidas por el bien.
Dios
nos enseña a través de los Evangelios que el verdadero poder es el servicio a
los demás. Así nos lo está reconfirmando nuestro Papa Francisco en sus homilías.
Les
invito a que revisemos los dones que Dios nos ha regalado y le pidamos de todo corazón
que nos ayude a cuidarlos y ponerlos al servicio de todas las personas que nos
rodean y mas entre aquellos que están en dificultades, tristes y agobiados. Que
seamos en medio de ellos mensajeros del amor y de paz. Que nuestro servicio a
la obra que tu impulsaste entre nosotros y que nos has encomendado para avivar en
todo el mundo sirva para que muchas familias hoy se levanten y tomen la bandera
que les impulsa sus vidas por los caminos de la constancia y la perseverancia
en la solución de sus problemas, y sobre todo que confíen en ti.
SEÑOR, TU ERES NUESTRA ROCA. EN TI CONFIAMOS NUESTRAS VIDAS. TE PEDIMOS QUE NUESTRAS JORNADAS SEAN SIEMPRE BENDECIDAS POR TI Y ESTEN SIEMPRE DISPUESTAS A MOSTRAR TU AMOR.