“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su
Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna”
Me encontraba cierto
día en horas de la noche con mi esposa por el paseo peatonal del Barrio de
Manga en Cartagena de Indias y luego de unas horas de caminar decidimos
sentamos en una de las bancas allí apostadas para apreciar la belleza nocturna
de la bahía.
Muy cerca de allí
percibíamos el bullicio de las personas que se acercaban a un carro que vendía
perros calientes, y eso nos llamo la atención, nunca antes habíamos visto algo
igual en este lugar. Mary, mi esposa, sorprendida, me decía: Creo que ese
amotinamiento es originado por ese grupo de muchachos que llego en esos vehículos;
seguro ya están en vacaciones de mitad de año y andan en grupos paseando; y aprovechando
la noche que está fresca.
La luna llena invitaba
a extasiarnos en el paisaje que teníamos a nuestro frente, que belleza de
ciudad nos brindaba ese contraste de luces. Entre tanto, se nos acerco un amigo
quien al saludarnos tomo asiento junto a nosotros y nos expresó su preocupación
por el comportamiento de esos jóvenes,
entablamos una charla acentuando nuestra intranquilidad a la vida que construyen
los muchachos de hoy. Analizábamos como esta juventud se ha venido desviando y olvidando de Dios; y más aun, de las virtudes que
en familia nuestros padres y abuelos construyeron
con mucha dedicación para dejarlas como pilar de la familia.
Miramos casos
particulares de algunos muchachos del barrio, que a pesar de venir de familias
reconocidas y dignas quienes después de haber estudiado en buenos colegios y
obtener menciones honorificas, los vemos hoy envueltos en situaciones embarazosas
y hasta en casos judiciales, perseguidos por la justicia y hasta encarcelados.
Aclaró nuestro amigo:
estos casos que estamos analizando, son muy reales y no solo nos atañe a
nosotros, sino a muchas familias en el mundo. Todo está fundado en ese aspecto
esencial y único: Nos estamos apartando de Dios.
Yo intervine
diciendo: Creo que la gran problemática radica en que nosotros padres de
familia de hoy nos estamos dedicando más a cosas materiales y delegamos el
acompañamiento de nuestros hijos a terceras personas. No hemos querido ligar a
nuestros hijos dentro del legado que sembraron en el corazón nuestros progenitores
y que como recordaremos, fueron reforzados con una educación responsable en los
colegios y escuelas de nuestra época. Y de verdad. Nos da temor a que ellos nos
digan que estamos chapados a la antigua, somos viejos y todo lo de hoy es
moderno.
Y continué diciendo:
¡Aquí todo es posible y placentero! En ese embrollo, hemos caído muchos padres
de hoy. No nos interesa la cimentación de nuestra familia bajo la insignia de
Dios. Nos estamos llenando de fantasías y patrocinando a nuestros hijos con
extremada confianza.
Mary intervino y comentó:
Como nos duele esto que viven nuestros jóvenes de hoy. Si es verdad lo que
dicen ustedes: Nos estamos dejando llevar por esos ideales; y hemos caído en sueños equivocados.
Dice nuestro amigo: Yo
conozco casos en que madres han comentado a cerca de esos ideales platónicos de
los hijos. Ellos solo piensan en tener de manera fácil las cosas; y ahí está la
perdición. Pero lo más aberrante del caso es que muchos de nosotros como padres
creemos alcanzar la verdadera felicidad soñando junto a ellos, y hasta
patrocinando sus andanzas. Hemos estado cayendo en ese mismo error deseando obtener
de manera rápida las cosas para vivir bien y tener lo que nunca pudimos. Como
dices tú, señalándome: Estamos adorando y sirviendo junto a nuestros hijos esos
falsos dioses, que nos enredan en esas mismas condiciones vanas y ambiciosas.
Mary que es muy
observadora interviene con mucha radicalidad: Y esa es la realidad. Esta
juventud ha entregado su cuerpo y su alma a los momentos placenteros, sin medir
consecuencias; Y cuando les ocurre lo peor, se ven caídos y hundidos, no quieren
levantar la cabeza y pedir ayuda a ese Dios que es Verdadero y todo amor.
Entonces nuestro amigo intervino: Que cierto
es lo que afirman ustedes. Cuantos nos hemos comportado con nuestros hijos de
manera egoísta y queriendo perseguir ideales falsos les motivamos a seguir sus
andanzas que les llevan a la perdición. De verdad, nuestros corazones flaquean
y se hace débil nuestra autoridad para exigir el respeto y la dignidad. Todo
parece que nos han hipnotizado por esas fuerzas extrañas que se manifiestan con
dinero, placeres y marañas mundanas.
Miremos como vivimos
estas situaciones inciertas y hasta desanimadas, en estado de dudas y de
ignorancia. Otros se sienten impedidos de exigir sus derechos porque están inseguras
de sí mismos y otros, permanecen fieles a sus valores que constituyen, entre
otras cosas, el fundamento familiar lleno de valores que han heredado de los
padres a través de muchos años.
Interrumpiéndole le
decía yo: Hay una necesidad muy urgente en la sociedad. Tenemos que unirnos los
que seguimos el camino de Jesús y comprometernos en trabajar hombro a hombro y
con desvelo en la recuperación de la familia.
Yo quisiera que
cuando lleguemos a nuestras casas tomemos en la Biblia y pidiéndole la iluminación
al Espíritu Santo leamos estas dos
lecturas: Eclesiástico 3, 1-8 y Efesios 6, 1-4, veremos con la gracia de Dios
que estos documentos fortalecen y edifican la unidad familiar. Y en medio de
nuestras familias y amistades multipliquemos su consejo.
Nuestro amigo
entendiendo lo propuesto, afirmaba: Qué bueno es Dios. Él, en su infinito amor siempre
nos espera con los brazos abiertos como lo hizo el padre que espero a su hijo
en la parábola del Hijo Prodigo Lc.15, 11- 32 para hacernos felices.
Y dice Mary. Si, Él
siempre está dispuesto a brindarnos la oportunidad de volver y a que de manera
libre y decidida retomemos el camino que nos conducen a la verdadera vida. Solo
basta que le abramos el corazón y que nos dejemos amar. Si a Él le pedimos
ayuda, siempre estará dispuesto a responderla con infinito amor.
Dice nuestro amigo,
Bueno, estamos obligados todas las familias cristianas a luchar por el
bienestar de nuestros hijos para brindarles mejor vida, siendo constantes y con
un espíritu de sacrificio. La familia nos
exige una pronta y eficaz disposición nuestra para así, comprender y entender
el momento que vivimos y de perdonarnos mutuamente, reconciliarnos con Dios.
Debatimos este tema
muy interesante entre los tres y nos comprometimos en trabajar por llevar este
mensaje a todas las familias en el mundo, para que al conocer y amar a Dios, se
atrevan a dejarlo todo y seguirle.
Siendo ya un poco
tarde nos levantamos y despidiéndonos nos prometimos un próximo encuentro para
medir experiencias y compartir temas importantes como este.
SEÑOR, TU NOS BRINDAS EL AMOR Y NOS PIDES QUE SEAMOS
MULTIPLICADORES DE LA GENEROCIDAD EN MEDIO DE TODA CIRCUNSTANCIA A PESAR DE LAS
GRANDES DIFICULTADES.