martes, agosto 30, 2011
SEGUIR A CRISTO, ES ENTRAR EN UN MUNDO AL REVÉS

En la medida que nos conocemos y vamos aceptando en nuestro corazón el seguimiento a Cristo, sentimos que se nos hace necesario contradecir todo lo que este mundo, en el cual vivimos, nos ofrece. Y no porque este mundo sea malo, al contrario, porque es este precisamente el lugar donde la presencia de Dios se nos hace cada vez más visible en la medida que vamos caminando junto a Él hacia la salvación de nuestro ser.

Cuando sentimos que Cristo como hoy se nos acerca a ofrecernos la salvación, nos está invitando a que desde nuestro corazón apartemos todas esas ansias exageradas que nos oprimen y nos hacen sentir como dueños imperiosos de todo lo que nos rodea, donde los pequeños y los más débiles son aplastados y donde el afán por el lucro pudre nuestros corazones: el dinero, el poder y la impureza.

De verdad, en medio de esta generación, debemos aparecer como los pobre de Dios que viven plenamente el espíritu de las Bienaventuranzas. Es este el único camino que nos ofrece Dios para la santidad; y a la luz de este espíritu, se juzgará la excelencia de nuestra vida cristiana, y también, la irradiación de nuestra vida apostólica. Evangelizar en la medida en que la luz de las Bienaventuranzas ilumina nuestro rostro.

Para que vivamos así y brindemos al mundo este testimonio, será necesario que vayamos en contra de la mentalidad que hoy reina en el ambiente y que aceptemos ser pobres, humildes y puros.

Hoy les recomiendo que lean los capítulos 1 y 2 de la Primera Carta a los Corintios, y comprendamos que Dios no ha elegido a los sabios según la carne, ni a los poderosos, sino a lo débil del mundo para confundir a la fuerza. Dios despliega siempre su fuerza a través de la debilidad. En una palabra que resume todo: el cristiano vive "en un mundo al revés".

Llevemos pues la cruz de Cristo y entremos en esa misteriosa sabiduría que es incomprensible a los poderosos y a los nacidos en noble cuna. Esa fue la actitud que adoptó Jesús.

Cuanto más practiquemos las Bienaventuranzas vamos fortaleciendo nuestros corazones en la pobreza, en la apertura, la disponibilidad, olvidados de nosotros mismos y capaces de dar todo cuanto esté a nuestro alcance. Recordemos siempre que la pobreza es un fruto que nace del árbol del amor.

Empecemos por a amar a nuestros hermanos hasta sentirlos iguales a nosotros y entonces ese amor nos llevará muy lejos. Dejemos que el Señor cave nuestros corazones y arranque una por unas todas nuestras posesiones que nos impiden abrirnos hacia Él.

SEÑOR, TE PEDIMOS QUE ADMITAS NUESTRA SINCERIDAD Y NOS FORMES HUMILDES DE CORAZON PARA ASI, SENTIRNOS POBRES Y AMADOS POR NUESTROS HERMANOS.
 
posted by Laureano García Muentes at 6:37 a.m. | Permalink |


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