miércoles, enero 21, 2009
UNA TEMPESTAD CALMADA

Vivimos angustiados cada día olvidándonos que las preocupaciones y dificultades se constituyen parte de la vida. Navegamos en el mar de la vida en la que hace parte la familia, la comunidad, amistades, trabajos y actividades cotidianas; pequeños mares que pueden en cualquier momento desencadenar como bien sabemos, tempestades grandes e imprevistas.

Nos adelantamos a los hechos y hasta juzgamos muchas veces de que Dios se hace el ausente y se duerme cuando todo en nosotros, se oscurece y nuestra barca llena de agua, se encuentra a punto de zozobrar.

Me pregunto: ¿Quién no ha vivido alguna de estas tempestades? Muchas veces vamos donde nuestro medico y según el diagnostico nos sumimos en una gran pena moral que se nos vuelve una tempestad. Cuando uno de nuestros hijos emprende acompañado de sus amigos un mal camino dando de que hablar. Cuando nos va mal en nuestros trabajos, negocios y hay reveces financieros. Cuando nuestros hijos sufren, se pierde del año escolar, algún familiar cercano fallece, todo a nuestro alrededor se destroza y nos sentimos angustiados y tristes, la vida parece hundirse. Una y otra vez nos preguntamos, ¿Qué hacer? ¿Cómo salir rápido de allí? ¿Cómo y cuando tirar nuestra ancla?
¿Y saben una cosa? La respuesta definitiva está en Jesús. Jesús nos da la receta efectiva para escapar a todas esas ansiedades dándonos la fuerza necesaria para superarlas, siempre y cuando en nosotros exista el deseo y una solicitud que nazca y aflore del corazón.

Recordemos el Evangelio donde Jesús sube a una barca y les pide a sus apóstoles ir a la otra orilla. Él agotado por la jornada que había tenido se duerme en la popa, mientras se levanta una gran tempestad que anega la barca. Asustados los apóstoles, van donde Él y lo despiertan gritándole: ¿“Oye maestro, acaso no te importa que perezcamos?, nuestra barca se hunde, hay un fuerte oleaje y sopla demasiado” Jesús, tranquilo se levanta y ordena al mar que se calme, diciéndole: “Calla, enmudece”. El viento se calmó y después vino una gran bonanza.

La fe, la confianza en Dios y la oración, son la base fundamental para calmar cualquier tempestad. La importancia de llevar a Jesús en el corazón es la gran garantía. ¡Jesús nos reprocha insistentemente nuestra falta de fe!

Hoy les pido que redoblemos nuestros esfuerzos, llenos de fe y confianza en Dios, lo tengamos siempre presente en nuestros corazones. Recordemos siempre que en esos momentos difíciles donde nos quejamos; ahí junto a nosotros, va Él marchando a nuestro lado; nunca se separa, ni nos deja solos. Depositemosle nuestras dificultades y angustias con la seguridad de que nos liberará.

SEÑOR, CALMA NUESTRAS TEMPESTADES Y LLENA NUESTROS CORAZONES DE TUS GRACIAS, SOLO CONFIAMOS EN TI.
 
posted by Laureano García Muentes at 5:56 a.m. | Permalink |


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