Jesús nos invita a reconocer
a María como Madre nuestra, siendo una de las responsabilidades de una madre, el
educar a sus hijos.
María, como toda madre
humana responsable, se mantiene cercana a sus hijos, y respetando su libertad y
dignidad, cuida de ellos con fina discreción. Los ayuda y acompaña en su
crecimiento y maduración en la fe. De este modo, junto con su intercesión y las
gracias que obtiene, la Madre de toda bondad interviene en la educación de sus
hijos en la fe, para ser Iglesia.
María será siempre la Madre educadora
de la fe. Cuida de que el Evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y
produzca frutos de santidad. Ella es la pedagoga del Evangelio.
María, la Virgen de Nazaret,
fue una joven mujer orante. Ella fue una buscadora del Plan de Dios. Hace las
preguntas fundamentales acerca de la existencia humana y encuentra que sólo
Dios es la respuesta. En su silencio interior Ella escucha las promesas de Dios
a su pueblo, y mantiene un vivo eco de ellas.
Llena de admiración,
experimenta el anuncio que el ángel le hace del Plan de Dios. En libertad total
y con fe intensa, responde: "Hágase su voluntad". Al hacerlo, recibe
así la Vida en su seno virginal.
Al mismo tiempo la Vida
viene a Ella, y fluye en Ella dándole plenitud. Ella siente la urgencia de
responder siempre con coherencia a la bendición que ha recibido. Intentando
describir la grandeza de la relación madre e hijo. Uno podría decir que, a la
par que el Verbo Eterno de Dios se encarnaba en su seno, su Corazón se
plenificaba con la presencia de su Hijo.
En todo caso, debemos
entender que la Virgen María vive la vida cristiana recibida de su Hijo. Es por
eso que podemos decir que Ella fue la primera cristiana desde el momento que
concibió a Jesús por el Espíritu Santo.
La Virgen orante nunca dejó
de estar llena de admiración. En la Anunciación abrió humilde y plenamente su
Corazón al misterio. A lo largo del resto de su vida Ella lleva todas las
palabras y obras de su Hijo a su Inmaculado Corazón. Para Ella, la meditación
es una actitud permanente. Está constantemente recibiendo la Vida de Cristo, profundizando
en el significado que tiene para su propio camino hacia la perfección en la
caridad en el amoroso seguimiento de Jesús, como el esperado reconciliador de
la humanidad.
La vida de María es un signo
constante de coherencia. Ella asimila y ama la Vida: su Hijo. Libremente
permite que la Vida que recibe se exprese en Ella sin obstáculos. Antes de que
lo escribiera el Apóstol, Ella ya hacía realidad sus palabras: "Vivo yo,
mas no yo, es Cristo quien vive en mí".
María es una dócil
colaboradora del Plan de Dios. Su coherencia supera la prueba del tiempo y las
dificultades en todo momento hasta el Gólgota. Su "Hágase" en la
Anunciación encuentra su plenitud en el "Hágase" silencioso que
repite al pie de la Cruz, y luego en el Cenáculo de Jerusalén.
La vida cristiana, vivida en
la propia existencia, pide ser comunicada. Ésa es la dimensión apostólica a la
que todos los cristianos estamos llamados.
A la vez que María
evangeliza a los miembros de la casa de Zacarías, con gran caridad Ella atiende
a las necesidades de sus parientes. Podemos ver que en la unidad de vida de
María no hay ni divorcio ni oposición de ningún tipo entre anunciar y
testimoniar la Palabra, y servir a la humanidad promoviendo su bien.
María es una síntesis vital
de cómo la evangelización, el servicio a los seres humanos y la transformación
de las realidades de la humanidad deben ser vividos. Una vez más podemos ver lo
que significa la coherencia en la vida cristiana de María.
Ella está atenta a que los
dinamismos fundamentales de sus hijos sean liberados de los obstáculos que los
esclavizan, y sean guiados por el camino de la reconciliación hacia el
descubrimiento de su verdadera identidad y de la plena conformación con el Señor
de la Vida.
Al mirar a María, al
responder a las palabras que Cristo pronunció desde lo alto de la Cruz "He
ahí a tu madre", debemos abrirnos al horizonte que María nos señala como
paradigma de vida cristiana en su realidad de laica.
MARÍA,
GRACIA PLENA, RUEGA POR NOSOTROS A FIN DE QUE PODAMOS SER CON NUESTRA VIDA SIGNOS DE EVANGELIZACIÓN.