domingo, julio 31, 2011
MULTIPLICAR LA PALABRA DE DIOS EN TODO LUGAR DONDE SU AMOR NOS LO INSPIRE

La multiplicación de los panes en el Evangelio de San Mateo 14.13-21 nos invita a reflexionar acerca de cómo cristianos podemos propagar en medio de todas las circunstancias de otra manera el anuncio del Reino de Dios. Y es que no solo de palabras lo podemos hacer sino también con acciones y signos que encarnen ese sentir de llevar en nuestros corazones al Salvador del mundo hecho ya presente entre nosotros.


Miren, Jesús se da a descubrir en acciones concretas no evita ni coloca a un lado los problemas de los que acuden a él. Jesús no predica y después despacha a la gente; no les dice, “yo ya os he alimentado espiritualmente, os he ilustrado en la cuestión religiosa; ahora, el pan material y ese tipo de problemas resolvedlos vosotros mismos, a mí no me incumben”.


A Jesús le interesa el hombre entero, cuerpo y alma, y es por el hombre entero con sus problemas más concretos por el que siente compasión y trata de encontrar un remedio.
Y lo hace, y esto es muy importante, implicando a sus discípulos. Igual que no dice que estos problemas no le incumben, tampoco dice que esos problemas, como el hambre de la multitud, que superan las normales fuerzas humanas, son sólo cosa suya, ya que sólo él tiene el poder de realizar milagros.


Los milagros de Jesús no son cosa de magia. Por eso, ante estas necesidades más inmediatas y materiales, Jesús se dirige a sus discípulos y les lanza un desafío: “no los despachéis, dadles vosotros de comer”. Pero, ¿cómo? Se trata de una multitud y nuestras fuerzas y medios son demasiado escasos. Los discípulos han querido que la gente se buscara la vida por su cuenta, pero Jesús los llama a implicarse en un problema que supera sus posibilidades.


Realmente, ante los enormes problemas del mundo en el que vivimos, nosotros, discípulos de Jesús, podemos tener la tentación de pensar que, puesto que nuestras posibilidades son tan limitadas, nos basta con ocuparnos de la parte religiosa, de la oración y el testimonio, mientras que de lo demás es preciso que se ocupen otros, sean los propios interesados, sean los poderes del Estado. Pero, ante esos mismos problemas, Jesús sigue diciéndonos, hoy como ayer, “no, dadles vosotros de comer”. ¿Cómo?, nos preguntamos de nuevo. Jesús, nuestro Maestro, no nos pide imposibles, sino que nos enseña hoy que para poder repartir primero hay que compartir: traerle y darle eso poco que tenemos, que es lo único que nos pide, y ponerlo a su disposición, él tiene la capacidad de multiplicarlo. Por eso Jesús no se limita a hacer un milagro “mágico”, sólo suyo, que no implica a sus discípulos, sino que los llama y hace el milagro de implicarlos, de hacerlos participar en la compasión que siente hacia las gentes, de despertar en ellos la generosidad de entregarle lo poco que tenían (cinco panes y dos peces para los doce, que les garantizaba a ellos solos y a duras penas su propio sustento) para que Jesús se lo diera a los hambrientos. Cuando le damos a Jesús lo poco que tenemos, ese poco se convierte en mucho, hasta el punto de llegar para todos.


El milagro que Jesús ha realizado es el milagro de la fraternidad, que incluye la voluntad de responder a las necesidades concretas de nuestros hermanos. Y es este milagro que nos une a Jesús, haciéndonos compartir sus propios sentimientos (cf. Flp 2, 5) y nos abre a las necesidades de los hermanos, convirtiéndonos en colaboradores de Cristo en el ministerio de la compasión, lo que establece un vínculo que, como dice Pablo, nadie puede romper: unidos al amor de Cristo de esta manera, como miembros activos de su fraternidad, nada puede separarnos de él. Porque en esta fraternidad las tribulaciones, sufrimientos y necesidades se convierten en ocasiones para experimentar ese mismo amor de Cristo, que nos ve, se compadece, nos cura y nos da de comer, y nos llama a ver, compadecer, curar, compartir y dar de comer.


Entendemos que el pan multiplicado por Jesús en este milagro de la compasión, el compartir y la fraternidad sacia no sólo el hambre del cuerpo. El milagro no es sólo una multiplicación material, sino que establece nuevas relaciones con Dios y entre los hombres. Dios muestra aquí su rostro compasivo en la humanidad de Cristo que llega a la multitud por mano de sus discípulos. Este pan es también el pan de la Eucaristía, como lo muestran los gestos y acciones de Jesús al repartirlo: “alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos”.


La presencia del Reino de Dios no excluye las asechanzas del mal (recordemos la parábola del trigo y la cizaña), incluso sus victorias parciales. El arranque del evangelio de hoy se refiere a ello: Jesús se enteró de la muerte de Juan el Bautista y decidió apartarse. No se trata de una huida, sino de un retiro. De hecho, la muerte de un ser cercano pide retiro y soledad. Y Juan no era para Jesús un cualquiera: unidos en el ministerio profético, Juan le abrió el camino, incluso es posible que Jesús hubiera pertenecido a los círculos del Bautista. La muerte de Juan no podía serle indiferente a Jesús, que veía en aquella muerte una profecía de la suya propia. El lugar tranquilo al que se retira Jesús es el desierto (un despoblado). El desierto, lugar de peligros y tentaciones, es también ocasión para experimentar a Dios sin interferencias.

Sin embargo, “la gente” busca a Jesús y él, que buscaba soledad y tranquilidad, no los rehúye, al contrario, los mira y siente compasión, va al encuentro y los cura. Jesús, como vemos, habla y actúa. Es la Palabra encarnada y, por eso mismo, no se limita a predicar, sino que traduce sus palabras en gestos y acciones que confirman la verdad de su predicación. Son acciones cuyo significado aquella gente entendía, pues veía en ellos el cumplimiento de antiguas promesas, que hablaban de curación: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Is 53, 5); pero también de abundancia de alimento: “Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde… Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos”. Y, a través de esos signos, entendían que se cumplía la promesa de una nueva y definitiva alianza, el advenimiento del Reino de Dios.

Vivimos en un mundo con muchas, demasiadas tribulaciones: se sigue matando a los profetas, como Juan el Bautista, y multitudes de nuestro mundo siguen padeciendo enfermedades y hambre, siguen buscando a quién los cure y sacie. Son muchos los males que amenazan con separarnos del amor de Dios, de la fe en un Dios bueno y providente. Pero nosotros, discípulos de Jesús, sabemos que, en realidad, nada puede separarnos de su amor, y que esa seguridad nos fortalece para mirar a este mundo nuestro con los ojos de Cristo, sentir con él compasión y escuchar hoy, una vez más, su bondadoso mandato, “dadles vosotros de comer”.

SEÑOR, TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA, AYUDANOS CADA DIA A ENTENDER LA MISION A LA QUE NOS HAS ENVIADO PARA MOSTRARTE CON NUESTROS ACTOS A LA GENTE QUE HOY VIVE ANCIOSA DE TI.
 
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martes, julio 26, 2011
UNA REFLEXION PARA ESOS MOMENTOS DIFÍCILES

Quiero hoy compartirles una reflexión que se ha basado en el Evangelio de San Lucas 21, 5-19 y que nos ha de ayudar a tomar actitudes de ser pacientes y perseverantes en medio de todas nuestras dificultades.

Somos conscientes de los profundos cambios socioculturales que se están produciendo en nuestros días y la crisis religiosa que sacude las raíces del cristianismo en occidente, ellas, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.


Como podemos percatar en Evangelio, Jesús nos llama al realismo. En ningún momento Él, augura a sus seguidores a un camino fácil de éxito y de gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a su Señor.


Nos invita a la ingenuidad. En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Éstas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.


Nos pide centrarnos en lo esencial. Cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría»… Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana.


Nos exhorta a dar testimonio de vida. Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.

Y nos convoca a la Paciencia. Ésta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término original puede ser traducido indistintamente como "paciencia" o "perseverancia". Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.

SEÑOR, TU NOS MUESTRAS LOS CAMINOS Y NOS GUIAS POR LOS SENDEROS DE LUZ, LLENANOS DE PACIENCIA Y PERSEVERANCIA PARA LOGRAR ALCANZAR LA VIDA QUE NOS QUIERES DAR.
 
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jueves, julio 21, 2011
LOS SALVATORIANOS: UNA GRAN OBRA AL SERVICIO DE TODA LA HUMANIDAD

El Padre Francisco María de la Cruz Jordán, Fundador de la Sociedad del Divino Salvador (Salvatorianos: Religiosos, Religiosas y Laicos), al visitar Tierra Santa en el año 1.880 reafirmó su decisión de fundar un movimiento en la Iglesia que llevara a todo el Pueblo de Dios a evangelizar y a anunciar a través de todos los medios posibles, donde el amor de Cristo inspire, a Jesucristo como el Único Salvador del mundo.

Y es que su pensamiento visionario era muy universal; y estaba empeñado en organizar y formar agentes multiplicadores con liderazgo y visión profética en la Iglesia y para la Iglesia. Una asociación católica que fuera universal con una estructura de clericós y laicos cuyo trabajo apostólico estuviese abierto a todas las naciones del mundo.
Su ideal estaba centrado en popularizar las verdades de la fe y organizar todo un ejército de hombres y mujeres, que perdiendo el miedo, se convirtieran en evangelizadores.

Nuestro Venerable Fundador era un gran visionario para la Iglesia, así, le hemos reconocido sus seguidores y hoy la Santa Sede cuando por Decreto da la razón a sus virtudes heroicas.

Todos los que tomando conciencia de que Cristo es nuestro Salvador estamos llamados a ser evangelizadores en el mundo y a dar muestras de que en nuestro ser habita un Jesús vivo que ama, es justo, trabaja con justicia, fidelidad y conlleva la paz. Por tanto, es hora de abrir caminos y redescubrir los ministerios laicales que siempre han estado vivos en la Iglesia. Y unidos formemos comunidades de vida con muchos hombres y mujeres que estén decididos a seguir sus huellas, siendo capaces de trabajar para que en el mundo se encuentre la paz y el amor primero que Dios nos regaló.

De verdad, necesitamos abundantes ministros que sean evangélicos y proféticos y que acepten humildemente su posición dentro de la Iglesia, sin rivalidades, ni competencia. Jesús nos dio el mayor de los ejemplos: La unidad.

Nuestro camino ha de continuar por el mundo. Llamamos a la unidad y vivir con intensidad la fe en que Cristo es el Salvador de la humanidad.

Nuestra formación mediante la Palabra de Dios ha de ser permanente ya que con ella adquirimos la forma de lo que queremos ser, cultivando las capacidades de desarrollo con las que Él nos ha dotado y así, participar en una misma misión: La que Cristo nos dio.

SEÑOR, CADA DIA NOS MUESTRAS EL CAMINO POR DONDE HEMOS DE ANDAR, BENDICE NUESTROS PASOS Y ENSEÑANOS A VIVIR FIELES A TUS PALABRAS.
 
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lunes, julio 11, 2011
SALVATORIANOS LAICOS EN COLOMBIA : 20 AÑOS GENERANDO VIDA EN ABUNDANCIA

Los Salvatorianos Laicos en Colombia estamos celebrando veinte (20) años de fundación en nuestro país.

El 16 de Febrero de 1.991 un grupo de personas acompañadas de unas parejas en SASAIMA – CUNDINAMARCA se reunieron con la compañía de los P. Ignacio Madera Vargas SDS y Wilson Sabalza N. SDS para darle forma a la idea fundacional del P. Francisco María de la Cruz Jordán, de hacer realidad el sueño universal de la misión que fue entregada por Jesús a sus apóstoles, popularizando las verdades del evangelio, desarrollando y promoviendo la ministerialidad de los laicos a nivel nacional; creando y dándole forma a unos estatutos y normas que serían las bases organizacionales de la naciente Comunidad de los Salvatorianos Laicos de Colombia.

Ellos, motivados y comprometidos se lanzaron en promover y hacer realidad ese sueño, invitando a un grupo de parejas de Cartagena, que junto al Padre Cesar Castaño García SDS Párroco de la Iglesia Santa Cruz de Manga venían trabajando en un proyecto pastoral llamado “Una Nueva Imagen de Parroquia”.

Fue así que, junto a otros grupos de las ciudades de Medellín, Bogotá y Manizales que también habían sido motivados por Religiosos (as) Salvatorianos (as) en el trabajo pastoral con un Carisma y una Espiritualidad inspirada P. Francisco María de la Cruz Jordán; decidieron reunirse en la Ciudad de Cartagena de Indias entre Agosto 14 al 17 del 1.992 en la Parroquia Santa Cruz de Manga, para celebrar el PRIMER ENCUENTRO NACIONAL DE LOS SALVATORIANOS LAICOS DE COLOMBIA.

Hoy ya somos ciento cincuenta (150) hombres y mujeres Colombianos que formado un gran ejército, hemos perdido el temor para trabajar con todos los medios que el amor por Cristo nos lo inspire, en medio de todas las circunstancia y dificultades que hoy existen no solo en Colombia sino en alrededor del mundo, en la propagación del Reino de Dios dando a conocer el Verdadero y Único camino que nos conduce a la transformación del Ser.

Hemos sido Testigos al mundo de nuestras motivaciones. Si, a través de la inspiración que nos otorga el Espíritu Santo y la guía Espiritual que nos ha legado el Padre Francisco María de la Cruz Jordán a la Sociedad del Divino Salvador, hemos asumido con profunda preocupación los signos que hoy nos señala los tiempos actuales alrededor del mundo y principalmente en Colombia; y hemos estado siendo estremecidos por las profundas necesidades que hoy tiene la humanidad, la que se afana por buscar toda clase de alternativas para lograr en medio de sus dificultades, superar sus necesidades fundamentales, encontrando en nosotros el apoyo, el acompañamiento y la guía para hacer vida la Palabra de Dios, reconociéndole y amándole como el Ser Único y Verdadero que salva.

Nuestra historia y nuestra herencia está íntimamente ligada a la Sociedad del Divino Salvador que la combinan Religiosos, Religiosas y Laicos Salvatorianos. Reconocemos y amamos al Padre Francisco María de la Cruz Jordán como nuestro Fundador junto con la Beata María de los Apóstoles, primera Salvatoriana, ellos, dieron su vida y todos sus afanes para constituirnos en el mundo de hoy una gran familia: La Familia Salvatoriana marcada con una misma Espiritualidad, un mismo Carisma y una misma Misión.
Los Salvatorianos Laicos en Colombia en estos veinte (20) años nos hemos venido proyectando hacia el futuro y nos hemos propuesto ser la voz de Dios que acompaña a las gentes por los caminos de la justicia, la paz, la reconciliación y el respeto a la vida.

Sabemos que cumplir la misión es difícil y ardua, pero con la gracia y las fuerzas que generan en nosotros el Espíritu Santo nos enriquecen cada día y nos lanzan a esa aventura de ser en medio de las dificultades generadores de vida abundante y alternativa para los necesitados y los más pobres y marginados de la sociedad que hoy viven en extrema pobreza, hambre, el desplazamiento forzado, la violencia, la corrupción, la mentira, el odio, la muerte y el desempleo.

Damos gracias a Dios por estos veinte (20) años y pedimos a todos ustedes elevar oraciones para que nuestros sueños se conviertan en realidad y asi, con ellos, podamos propagar en todo lugar que Dios es el Único y Verdadero Camino que nos lleva a una vida plena y abundante.
 
posted by Laureano García Muentes at 5:56 a.m. | Permalink | 0 comments
miércoles, julio 06, 2011
VEN DEJA TODO Y SIGUEME

Cada día me convenzo más de que la felicidad en el mundo no existe si Cristo no está presente en la vida. Solo en El hay luz y esperanzas de vida nueva.

Miren, conozco a personas que poseen todos los medios a su alcance, a personas pobres, de clase media, industriales, banqueros, obreros, en fin personas que realizan su vida en cualquier ámbito y según sus capacidades; pero lo particular es que todos al igual que nosotros, padecemos de esa misma enfermedad: Nos sentimos nulos cuando el dolor nos visita en nuestras familias, en los negocios y fundamentalmente en nuestro interior; y eso lo notamos cuando vivimos en carne propia los fracasos, la desesperanza, la angustia, el olvido, las tristezas, el odio, el rencor, la envidia, etc.

Si creemos y mantenemos una fe firme y reconfortada con Cristo, El hará que nuestras cargas sean ligeras, suaves y livianas. Y es que ello se evidencia a la luz de nuestros ojos.

Miren como es de admirable oír hoy a un joven muy cercano a uno de mis amigos que en una reunión familiar le decía, “lo he tenido todo en mi vida, nunca he probado la desdicha, porque mis padres han sido pudientes y con ciertas riquezas, ellos me han cumplido todos mis caprichos y deseos”.
Lo particular de ellos, es que nunca se había detenido a mirar su vida y a discernir con humildad, mirando a Cristo, que tanto la había hecho plena y tan feliz.

Me sentí preocupado por ello y con perspicacia me le acerqué y le invité a que detuviera su vida y mirara la realidad de su vida hoy; que lo hiciese experimentando lo que Dios quería de él.
Después de cierto tiempo se me acerco cierto día y me comento a cerca de su experiencia, y me decía: “De verdad, no había vivido una experiencia igual, he observado en otros lo que yo nunca he vivido. Hasta ahora me doy cuenta que yo viví para mí y fui un infeliz”. Y me seguía diciendo: “He decidido cambiar mi vida y seguir con ese cambio al que me ha llamado ese Cristo del que me hablas, siento que me llama constantemente y ahora viviré pensando en la muerte a mis caprichos y deseos”. ¡Lograré hacerlo y ser feliz!".

Me estremeció su ejemplo y como testimonio hoy se lo presento a ustedes, amigos lectores, porque siento de verdad la necesidad de decirles que: la cruz y felicidad son inseparables.
Me veo en la necesidad de anunciarles a todos que hoy en día se hace tan necesario levantar los ojos hacia la cruz de Cristo y meditar lo que ella significa para cada uno de nosotros y que nos enseña.
En la cruz Cristo pudo redimirnos invitándonos a forjar la vida hacia la plenitud. Él nos advierte que para lograrla debemos dejar a un lado la comodidad, todo dolor, todo egoísmo, toda envidia. Hay que dejar a un lado del camino los deseos y sueños mundanos de poder y la abundancia del dinero. Morir para renacer a la esperanza. Pasar de la muerte a nuestros sufrimientos y deseos, a una vida nueva llena de esperanzas.

Miren, son los pobres de corazón, los ricos, los afligidos, los pecadores, todos los hombres, los que reconociendo su fragilidad sienten la necesidad de Dios los que estamos llamados a ocupar un lugar en el Reino de Dios. Cristo nos muestra un especial afecto por quienes vivimos preocupados o angustiados de la dureza de la vida. A su lado encontramos apoyo, alivio y descanso.

Con la cruz, Cristo nos ofrece esa fuerza para poder perseverar en una entrega total, porque ella es símbolo del amor de Dios por cada uno de nosotros. Él quiere que avancemos en la vida en medio de la lucha, de los dolores, de las caídas, de los sin sabores. Y nos demuestra que cuanto más a uno le cuesta realizarla, más tarde que nunca se ve recompensado con la felicidad.

Recordemos que Cristo escogió la cruz, el dolor, la humillación, el sufrimiento, la privación como programa de vida.

SEÑOR, ALIMENTANOS Y AUMENTANOS LA FE Y LA ESPERANZA PARA HACER LO QUE TU QUIERES DE NOSOTROS.
 
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viernes, julio 01, 2011
LA PALABRA DE DIOS ES FUERZA Y ALIMENTO DE TODO AQUEL QUE LE AMA

Los invito hoy a que leamos y reflexionemos cuidadosamente la Palabra de Dios y sintamos esa fuerza que nos impulsa y nos alienta para seguir adelante, sintiéndonos amados por El.

Miren, San Juan nos dice en el fragmento de su primera carta Cap. 4.7-21 que “Dios es amor y que aquel que dice amar a Dios pero no ama a su hermano es un mentiroso”. También leemos allí, que “Dios es amor y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él” lo que nos recuerda mucho algunos segmentos del amplio discurso eucarístico de Jesús en Cafarnaúm, precisamente del Evangelio de Juan (Juan 6, 22 – 59): “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?" Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Dios nos manifiesta la plenitud del amor, plenitud que tenemos en nuestros corazones y que hay que manifestar a todo aquel que está cerca de nosotros o nuestro lado. A esa persona que convive con nosotros, que trabaja junto a nosotros, que nos ayuda a que vivamos en familia o comunidad, a ese que trabaja por nosotros, el que sufre por nosotros y sobre todo aquel que le hemos olvidado y odiado por no ser como nosotros.

Miren, la señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él.

En el amor no hay lugar para el temor. Al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor.

Nosotros amamos porque Dios nos amó primero. El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?

Este es el mandamiento que hemos recibido de él. El que ama a Dios debe amar también a su hermano. Leamos: La Primera carta de San Juan 4, 7-21, reflexionémosla y saquemos nuestras propias conclusiones.


SEÑOR, TU ERES AMOR. ENSÉÑANOS A AMAR A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES POR IGUAL A PESAR DE QUE NO SEAN COMO NOSOTROS, TU ESTAS EN ELLOS TAMBIEN Y COMO TU, ELLOS TAMBIEN TE AMAN Y NOS AMAN.
 
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